PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – APRENDER DEL MAESTRO
«Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Eso te enseña tu Maestro, sacerdote.
Tu único Maestro, sacerdote, es Jesucristo, y tú eres su discípulo.
Tu único Señor, sacerdote, es Jesucristo, y tú eres su siervo.
Tu único Pastor, sacerdote, es Jesucristo, y tú eres un cordero de su rebaño, que ha llamado y ha elegido, para enseñarlo y convertirlo en Él mismo: Jesucristo.
Él es tu único guía, porque Él es el Camino.
Él es tu único Dios, porque Él es Hijo verdadero del único Dios verdadero, al que tú llamas Padre, porque Él te ha hecho verdadero hijo por la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Deja todo, sacerdote, toma tu cruz y síguelo, porque Él es tu Salvador, es tu Redentor, Él es la Vida.
Escucha, sacerdote, a tu Maestro, y aprende de Él, siguiendo su ejemplo, haciendo lo que Él te dice, y acepta tu cruz como Él aceptó su cruz, porque no es más el discípulo que su maestro.
Tu Señor no vino a ser servido, sino a servir. Él es por su propia voluntad, servidor de los hombres, a través de su máximo servicio, que es su sacrificio, su vida entregada crucificado en la cruz, su vida entregada amando hasta el extremo, quedándose entre tus manos, sacerdote, en presencia viva, constante, permanente, real, humana y divina, en Eucaristía.
Y así te enseña a amar, y te llama amigo, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Eso, sacerdote, es lo que tu Maestro te vino a enseñar. Aprende de Él, sacerdote, y humíllate, como se humilló Él, que, siendo Dios, se hizo hombre. Siendo de naturaleza divina adquirió la naturaleza humana, para ser como tú, sacerdote: hombre, manteniendo su divinidad, para hacerte como Él: Dios.
Tu Maestro ha venido al mundo a servir a los hombres, para divinizarlos, para hacerlos suyos, para amarlos en la eternidad de su cielo, compartiendo su Paraíso. Eso, sacerdote, es lo que ha venido a enseñarte tu Señor.
Y Él ha venido a aprender a ser como los hombres, en todo, menos en el pecado, para enseñarle a los hombres a ser como Él: hombre y Dios.
Y te muestra un rostro humano, desfigurado por el pecado. Y te muestra un rostro crucificado, muerto, en el que ha destruido el pecado. Y te muestra un rostro vivo, de hombre y Dios, resucitado y glorificado, lleno de gracia para ti, porque donde abundó el pecado sobreabundó la gracia.
Tu Maestro ha venido a enseñarte a ser como Él: sacerdote, maestro, padre, guía, pastor, para que tú vivas su vida, siguiendo su ejemplo, haciendo las obras que hizo Él, y aun mayores, porque Él está con el Padre, y todo lo que tú le pidas Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en Él, a través de ti, sacerdote.
Aprende de tu Maestro y humíllate como Él.
Sirve al pueblo de Dios, como Él.
Guía a tu rebaño, como Él.
Enséñalos a ser hermanos, siendo padre, como Él.
Por eso te llaman Padre, Maestro, Guía, Pastor, sacerdote, porque es a Él a quien tú representas.
Tú eres, sacerdote, el mismo Cristo que vino al mundo, no a ser servido, sino a servir, no a enaltecerse, sino a humillarse, para ser enaltecido en la cruz, y ser glorificado en cada uno de los hombres, con la gloria que Él tenía con su Padre, antes de que el mundo existiera.
Aprende de tu Maestro, sacerdote, a glorificar a Dios, y humíllate sirviendo a tus hermanos, porque grande es el poder de Dios y es glorificado en los humildes.
Humíllate, sacerdote, y serás enaltecido, porque el que se humilla honra a su Padre, y el que honra a su Padre es escuchado.
Pero, aprende de tu Maestro, sacerdote, y haz oración, porque con tus buenas obras glorificas al Padre, y el Padre escucha tu oración.
Imita, sacerdote, en todo a tu Maestro, y sirve a tus hermanos en la alegría de servirlo a Él.
Síguelo, conócelo, ámalo, sírvelo, imítalo, y déjate amar por Él, para que seas en todo igual a tu Maestro.
Tu único modelo, sacerdote es Él, tu Maestro, tu Guía, tu Hermano, tu Padre, tu Pastor: Jesucristo, tu único Amo, Rey y Señor.