14/09/2024

Mt 25, 1-13

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA LUZ DE LA VERDAD

«En verdad les digo que no los conozco».

Eso dice Jesús.

Y se lo dice a los que no han creído en Él, a los que no han cumplido su Palabra, y lo han negado ante los hombres.

Tu Señor no miente, sacerdote, porque tu Señor es la verdad, y si tú no lo reconoces ante los hombres, Él tampoco te reconocerá ante su Padre que está en los cielos. Pero el que se declare por Él ante los hombres, le asegura que Él también se declarará por Él ante su Padre que está en los cielos; por tanto, el hombre prudente reconoce y se declara por su Señor.

Reconocer a tu Señor es dar testimonio de tu fe ante los hombres, ante cualquier circunstancia, cualquier mentira o contrariedad, es mantener encendida la luz de la verdad, y es defender con tu vida esa verdad, que es su Palabra, y que está viva y es eficaz.

Tu Señor te envía, sacerdote, cada día, a reconocerlo ante los hombres, predicando el Evangelio, alimentándote de su Palabra en la oración, de su presencia viva en la Eucaristía, que nunca se acaba, porque es gratuidad y don.

Tu Señor es justo, sacerdote, y dará a cada quien lo que merece; pero tu Señor es misericordioso, y te avisa que su justicia llegará pronto.

Tu Señor te protege hasta de ti mismo, y de tu propia injusticia, procurando para ti los medios para conseguir la conversión de tu corazón, y brille en ti la luz del fuego encendido de su amor, para que, cuando Él vuelva, te encuentre bien preparado, despierto, fortalecido y bien dispuesto, para recibirlo, no sea que estés tan cansado, que te encuentre dormido, o que no te encuentre, porque no estés preparado y no estés presente.

Y tú, sacerdote, ¿eres un siervo fiel y prudente?

¿Cumples con tu deber?

¿Alimentas tu alma con el alimento de vida y la bebida de salvación?

¿Crees en la Eucaristía, y en que verdaderamente es el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, su presencia real y substancial, su Alma y su Divinidad?

¿Crees que tu Señor está pronto a venir, y puede ser en este preciso momento su advenimiento, porque nadie sabe ni el día ni la hora?

¿Está tranquila tu conciencia?

¿Tienes paz interior?

¿Has experimentado un verdadero encuentro con tu Señor, y una completa conversión?

¿Permaneces en la amistad y en el amor de tu Señor?

¿Estás configurado con Cristo Buen Pastor, y eres un buen administrador de su misericordia?, ¿o vives distraído, constantemente tentado y derrotado por el pecado, apegado al mundo, a tus pasiones, y a tus emociones, en la comodidad de una falsa felicidad en la que no hay espera, no hay búsqueda, no hay renuncia, y te molesta pensar y hablar del último día, porque pretendes que es solo una fantasía, o un día demasiado lejano y ajeno a ti y a tus hermanos?

Sé realista, sacerdote, y escucha la voz que clama en el desierto de tu interior.

Rectifica tu camino, arrepiéntete y cree en el Evangelio.

Prepara tu alma, y pide perdón.

Repara con tus obras tu traición, porque tu Señor está a la puerta y llama, y es inevitable su llegada.

Despierta, sacerdote, y prepara tu morada, porque tu Señor vendrá con todo su poder y su justicia, a buscar lo que le pertenece, a reclamar lo que es suyo, porque Él ha pagado con su sangre el precio, pero es un Hombre y un Dios justo, y dará a cada uno lo que merece.