15/09/2024

Lc 1, 46-56

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA COMPAÑÍA DE LA MADRE

«Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava».

Eso dijo la Madre de Jesús.

Se lo dijo a la madre del precursor del Hijo de Dios, que llevaba en su vientre, y te lo dice a ti, sacerdote, para que tú también saltes de gozo, porque tú también has sido elegido para anunciar la buena nueva a todas las naciones.

Ella viene a tu encuentro, sacerdote, ¿y quién eres tú para que la Madre de tu Señor venga a verte?

Recíbela, sacerdote, para que glorifiques con ella a tu Señor, para que aprendas de ella a ser un humilde esclavo, un servidor, en el que Dios se ha dignado poner sus ojos para hacerte en todo igual que Él, tanto, que te ha hecho hijo de su Padre, y te ha dado a su Madre, te ha hecho hermano, y te ha llamado amigo.

Recibe, sacerdote, el tesoro más grande de Dios, y llévala contigo a vivir a tu casa, porque ese fue el último deseo en vida de tu amigo, de tu Maestro, de tu Pastor, de tu Amo, de tu hermano, de tu Señor, que ha muerto por ti, y ha resucitado para darte vida, y que vivas eternamente a su lado.

Tu Señor te ha elegido a ti, sacerdote, porque ha visto en ti un hombre sencillo, que desde antes de nacer fue predestinado para servirlo. Acepta, sacerdote, con agradecimiento esa predilección, y cumple los deseos de tu Señor, porque Él vive en ti, y exige su derecho de hijo, de tener a su Madre junto a Él, mientras camina en medio del mundo haciendo sus obras contigo.

Tu Señor te ama tanto, sacerdote, que te ha dado la compañía de su Madre, y te ha dado su verdadera presencia en Cuerpo y en Sangre, en Alma y en Divinidad, en Eucaristía, porque tú has dicho sí, el sí de María, por el que la sombra de Dios te ha llenado con el Espíritu Santo, para que saltes de gozo junto a la Madre, lleno de alegría, cuando haces bajar el pan vivo del cielo.

Tu Señor no se equivoca, sacerdote. Él ha elegido bien. Te ha elegido a ti, para que seas como Él, y lo representes en medio de su pueblo, y los alimentes, y los fortalezcas para que lleguen al reino celestial, porque Él los ha venido a buscar y ha pagado por ti y por ellos, con su sangre, y con su muerte y su resurrección, los ha ganado para la gloria de su Padre.

Tu Señor la ha elegido a ella desde antes de nacer, y la ha creado inmaculada y pura, sin macha ni pecado, y ha sido llena del Espíritu Santo, para permanecer en el amor y en la virtud, aún en medio del sufrimiento y del dolor, y la hizo mujer perfecta, para permanecer virgen, intacta, inmaculada desde su concepción y hasta su muerte, incorruptible también después de la muerte, para ser venerada como bendita entre todas las mujeres, y ser exaltada como la siempre perfecta Virgen Santa María, al ser elevada al cielo en cuerpo y alma, para ser coronada de gloria y llenar el cielo de alegría.

Recibe el favor de tu Señor, sacerdote, y acepta la compañía de su Madre, que es Madre de Dios y Madre tuya, Madre de la Iglesia, para que cada hombre la haga suya y encuentre el camino seguro, porque ella siempre los lleva a Jesús.

Glorifica a tu Señor, sacerdote, recibiendo la compañía de la Madre que nunca abandona. Déjate embelesar por su belleza, y recibe su auxilio, su protección, su misericordia y su amor, y déjate abrazar como un niño, para ser elevado con ella a los altares en su bendita Asunción, para que tu Señor te mire y te conceda, como a ella, un cuerpo glorioso en el día final de la resurrección.