PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – TU NOMBRE ES JUAN, SACERDOTE
«Juan es su nombre».
Eso dicen las Escrituras. Y se refiere al precursor de tu Señor.
Y se refiere a ti también, sacerdote.
Y tú, sacerdote, ¿sabes cuál es tu nombre?
Tu Señor te llamó desde el vientre materno. Él pronunció tu nombre. Tu nombre es Juan, sacerdote.
Tú eres el siervo de tu Señor, y Él te ha hecho luz de las naciones para que su salvación llegue a todos los rincones de la tierra.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto?
¿Respondes cuando el Señor pronuncia tu nombre?
¿Haces lo que Él te manda?
¿Haces honor a ese nombre, y preparas la venida de tu Señor, predicando su Palabra, invitando a la conversión, bautizando con el Espíritu Santo?
¿Cumples, sacerdote, con tu misión, llevando al pueblo de Dios su mensaje de salvación?
Tú has sido llamado profeta del Altísimo, porque has sido enviado delante de Él, a preparar sus caminos, promoviendo y enseñando a los hombres el arrepentimiento, para que practiquen la penitencia y, a través de los sacramentos y de la Palabra de tu Señor, el mundo crea que Cristo es el único Hijo de Dios, que ha sido enviado a traer al mundo la salvación, destruyendo la muerte ocasionada por el pecado, a través de su redención, para que cuando Él vuelva encuentre fe sobre la tierra.
Tu nombre es Juan, sacerdote, para que bendigas el nombre de tu Señor, al que no mereces desatarle las correas de sus sandalias.
Tu nombre es Juan, sacerdote, porque la mano de Dios está contigo, y tú estás lleno del Espíritu Santo, para que conviertas muchos corazones, para luchar por la justicia de tu Señor, y prepararle así un pueblo dispuesto a recibirlo.
Nadie sabe ni el día ni la hora. Y tú, sacerdote, ¿estás preparado para la venida de tu Señor? ¿Lo esperas? ¿Cómo lo esperas?
¿Estás en vela o estás dormido?
¿Tu lámpara está provista de aceite?
¿Eres necio o eres prudente?
Tu nombre es Juan, sacerdote, como el más grande de los profetas, que saltó de gozo en el vientre de su madre cuando sintió la presencia viva de su Señor, aunque no lo veía, pero que reconocía como el Hijo de Dios, que fue engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de una mujer virgen y pura, que lo engendró primero en su Inmaculado Corazón. Reconócelo tú también, en la Eucaristía.
Tu nombre es Juan, sacerdote. Tú has sido elegido desde antes de nacer para ser portador de la Palabra y de la Luz para el mundo. A donde tu Señor te envíe, tú irás, y lo que quiera que digas tú dirás.
Tu Señor ha puesto sus palabras en tu boca, y te ha dado autoridad. Úsala bien, sacerdote, porque tu Señor respeta tu voluntad, y confía en tu buena voluntad.
Tu nombre es Juan, sacerdote, porque eres precursor de tu Señor, enviado a predicar su Palabra y a llevar la Luz a todas las naciones. Pero tú eres más que Juan, porque has sido elegido no solo para preparar el camino, sino para caminar, para hablar y para obrar en el nombre de tu Señor, verdadero hombre y verdadero Dios.
Tu Señor te ha llamado, te ha elegido, te ha ordenado sacerdote, para ser configurado con Él, haciéndote verdadero Cristo, para llevar al mundo su luz, su paz y su misericordia, para que todos los hombres se salven.