PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SIGNO DE CONTRADICCIÓN
Ese es Jesús.
Contradicción para los que son del mundo, porque Él no es del mundo, como tampoco los que son como Él son del mundo, porque han sido consagrados a Dios desde antes de nacer, para ser la luz que ilumina la oscuridad del mundo.
Ese es el sacerdote.
Consagración, que es entrega total a Dios, para ser todo suyo en el querer y en el obrar.
Consagración, por la que el sacerdote renuncia al mundo, para unir su vida a Cristo en su Resurrección.
Consagración, promesa de fidelidad.
Consagración, entrega completa del alma a la voluntad de Dios, donación total de cuerpo y alma en el altar, que consuma el deseo de unión de una criatura con su Creador, por amor.
Consagración, realidad divina que realizan tus manos en la transubstanciación del pan y del vino, fruto del trabajo de los hombres, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que se dona Él mismo a los hombres, para ser todo suyo, para hacerlos todos de Él, divinizando con su entrega la miserable humanidad del hombre, para transformarlo en Él.
Consagración, mutua donación, entrega recíproca, que es una revelación del alma, que busca, que encuentra, y que ama.
Consagración, ofrenda viva, unida a la Eucaristía, en la que eres configurado con tu Señor para ser uno, perfectamente uno, como el Padre y Él son uno.
Tú eres, sacerdote, símbolo de contradicción en ti mismo, cuando el mundo te tienta con sus placeres y tus pasiones, y te encadena a un mundo de pecado, al cual tú no perteneces, porque para Dios fuiste consagrado, para ser libre, para vivir en plenitud, en la alegría y en el gozo de ser Cristo y no tú quien vive en ti.
Sacerdote, recupera tu identidad. Descubre quién eres, para qué fuiste creado, y qué has elegido ser, por tu propia voluntad, cuando fuiste llamado y elegido por quien estás puesto como luz para iluminar la oscuridad.
Sacerdote, descubre tu brillo, y colócalo en el candelero, porque tú has nacido para ser signo, para ser señal, para iluminar el camino de los hombres en medio de las tinieblas del mundo, para ser faro que lleve la barca a puerto seguro.
Descubre en ti, sacerdote, para qué has sido consagrado desde antes de nacer, y confirmado por tu propia voluntad, entregando a Dios tu libertad, por tu fe y tu lealtad.
Consagración que te hace ser vino y ser pan, y al mismo tiempo ser alimento, por Cristo, con Él y en Él, para darle al mundo vida y eternidad.
Sacerdote: tú has sido consagrado para amar, y para ser amado por Aquel que es, que era y que vendrá, y que es el Camino, la Verdad y la Vida, signo de contradicción de muchos, por el que quedarán al descubierto muchos corazones, y por ti, sacerdote, conseguirá sus conversiones.
Eres tú, sacerdote, destinado por Dios para ser profeta de las naciones, y la luz que ilumina al mundo, para consagrar a todos los hombres del mundo a Dios, estableciendo el Reino de Dios en el mundo.