PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PERMANECER EN VELA
«Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor» (Mt 24, 42).
Eso dice Jesús.
Y te lo dice a ti, sacerdote, no para que te angusties, no para que tengas miedo, no para que te asustes, sino para que seas consciente, y estés pendiente de preparar su llegada, predicando y practicando su Palabra, porque el que encuentre cumpliendo con su deber tendrá la vida eterna asegurada.
Tu Señor te advierte, sacerdote, que su Palabra es la verdad, y lo que está escrito se cumplirá hasta la última letra. Por tanto, para asegurar que tu Señor vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos al final de los tiempos, no hay que ser profeta, sino creyente. Y hay que anunciarlo a la gente, porque ese es tu deber, no para asustarla ni preocuparla, sino para enseñarla y prepararla ante un hecho inminente.
Tu Señor te invita a ser realista, sacerdote. La noticia de su venida es motivo de alegría, porque, aunque venga con su justicia, ya ha derramado en el mundo su misericordia, a través de su sangre, hasta la última gota, y te ha traído su compasión y su perdón, con su redención, entregándose a la muerte, por su propia voluntad, para alcanzarte la vida en su resurrección.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto?
¿Participas cada día de la alegría de tu Señor, manifestada en la Eucaristía?
¿Vives confiado en alcanzar la salvación que tu Señor te ha dado?
¿Eres consciente de la verdad que se te ha revelado?
¿Esperas en vela la venida de tu Señor, acudiendo constantemente al monte alto de la oración, para acudir a su encuentro?, ¿o permaneces dormido en la tibieza de tu soledad, porque te has cansado de esperar y te has rendido?
¿Hablas con frecuencia de tu Señor y de su venida en el último día, con emoción, con ilusión, con verdadera fe y convicción, de que será un día glorioso para los que temen a su Señor?, ¿o permaneces callado, y evitas hablar del tema como si fuera un tabú, como si, al hablarlo, se despertaran los infiernos, y la furia de Belsebú?, ¿o como si fuera un cuento y una historia de terror, y el fin del mundo fuera un castigo de Dios?
¿Acaso no te has dado cuenta de que tu Dios es amor, y que a los que ama los corrige, para que no se pierdan?
Tu Señor te ha llamado para que seas un siervo fiel y prudente, sacerdote. Él ha confiado en ti, y ha puesto bajo tu cuidado a mucha gente, para que los cuides, para que los guíes, para que los protejas, para que los enseñes y los rijas, para que los ames y los corrijas, para que los dirijas al abrazo misericordioso del Padre.
Dichoso el servidor al que su amo cuando regresa lo encuentra cumpliendo con su deber. Eso es lo que tú debes hacer, en todo momento, sin perder el tiempo, predicando la verdad, acercando a las almas a Cristo, para un verdadero encuentro, que provoque la conversión de cada corazón, a través de un verdadero arrepentimiento y propósito de enmienda, profesando con sus obras su fe, hasta que Cristo vuelva.
Tú eres, sacerdote, el precursor de la próxima venida de tu Señor. Rectifica tu camino, y cumple con tu deber, porque a ti, tu Señor te habla claro, y los misterios del Reino de los Cielos te ha dado a conocer; no así a los que viendo no ven y oyendo no oyen.
Permanece atento, sacerdote, y en vela, porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que no tiene se le quitará.
Permanece en el amor de tu Señor y en la fidelidad a su amistad, y no seas incrédulo e hipócrita, sino creyente y un hombre de fe, congruente con lo que dice, con lo que sabe, con lo que enseña, con lo que piensa, con lo que hace, con lo que siente, con lo que profesa, y con lo que confiesa.
No tengas miedo a reconocer la verdad, sacerdote. Sé un buen siervo y vívela, practícala, enséñala, predícala, porque eso es permanecer en vela, estar preparado y cumplir con tu deber, hasta que tu Señor vuelva.