PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL PODER DE HACER MILAGROS
«¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’?»
Eso pregunta Jesús.
Tu Señor te hace una pregunta, sacerdote, y pone a prueba tu fe.
Tu Señor te ha dado el poder de expulsar demonios y de perdonar los pecados de los hombres, y también te ha dicho que el que crea en Él, hará él también las obras que Él hace, y aún mayores, porque Él está en el Padre, y el Padre está en Él, y te envía a dar testimonio de esta verdad, para que el mundo crea por tus obras.
Demuestra tu fe, sacerdote, y haz lo que tu Señor te dice, pidiéndole en su Nombre, confiando en que Él te dará todo lo que le pides, para que el Padre sea glorificado en el Hijo, a través de ti y de tu fe puesta en obras.
Confía, sacerdote, en el poder de tu Señor, que Él mismo ha confiado en ti para conquistar al mundo a través de sus obras y su Palabra, pero si tú, sacerdote, a quien Él ha llamado “amigo”, no crees en su poder, ¿quién creerá en Él?
Y si tú, sacerdote, a quien Él ha hecho pastor de su rebaño, no crees en tu poder, ¿quién creerá en ti?
Y si tú no predicas con el ejemplo, haciendo la Palabra de Dios tu propia vida, y no eres digno de confianza porque no cumples sus mandamientos, ¿quién confiará en ti?, ¿quién confiará en la Palabra que predicas?,
Tu Señor vive en ti, sacerdote, y si al mundo le falta fe, que crean al menos por tus obras.
Tu Señor ha obrado milagros para que el mundo crea, y lo sigue haciendo para que conste que Él está vivo, que habita entre los hombres a través de ti, sacerdote, que obras cada día ante sus ojos un milagro patente, transformando un trozo de pan y un poco de vino, fruto del trabajo de los hombres, en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, en su Alma, en su Divinidad, que es don, alimento, comunión, gratuidad, ofrenda y vida, elevada en el altar: la presencia de Dios en la Eucaristía.
Y tú, sacerdote, ¿crees en los milagros?
¿Crees en el poder que te ha dado tu Señor, y en el poder de la intercesión de los santos?
¿Pides, en el nombre de tu Señor, beneficios, dones y gracias, para su pueblo?
¿Tienes caridad?
¿Tienes compasión?
¿Tienes encendido el corazón de celo apostólico, que te motiva a hacer las mismas obras que hizo tu Señor?
¿Le permites obrar por ti, contigo y en ti?, ¿o limitas la gracia por tu incredulidad y tu poca fe?
Recupera la confianza en tu Señor, sacerdote, teniendo visión sobrenatural, caminando con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo, alimentando tu fe con su Palabra, en la oración, abriendo tu corazón, reconociendo que tú solo no puedes nada, pero que en cada encuentro tu Señor te fortalece y su gracia te basta.
Decídete, sacerdote, a obedecer a tu Señor, y haz lo que te manda. Pídele en su nombre, y haz sus obras, confiando en su poder, perdonando los pecados de su pueblo y derramando sobre él su misericordia.
Cree en ti, sacerdote, y cree en Cristo que vive en ti. Repara su Sagrado Corazón con tus obras de amor, y confía en que Él te ha dado el poder, la gracia y el don para que no seas incrédulo, sino creyente.