PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL VALOR DE DECIR SÍ
«¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!»
Eso dijo Jesús.
Y lo dijo refiriéndose a ti, sacerdote.
La verdad te ha sido revelada desde la Encarnación hasta la Resurrección, cada día de la vida de Cristo, tu Señor, desde que vivía en el seno de su madre hasta que regresó a sentarse a la derecha de su Padre.
Cada día es una revelación, para sumergirte en el conocimiento de la verdad de Dios.
Esa es la misión a la que tu Señor fue enviado: revelarte el conocimiento de la verdad de Dios, para que tú la reveles al mundo, porque el que conoce verdaderamente a Dios, cree en Él, y lo ama. Y todo el que cree en Él tiene vida eterna.
La verdad de Dios incluye su sacrificio, porque la verdad es que Dios es amor, y por amor se entrega a su criatura para hacerla a Él para siempre.
La verdad se te revela en la Anunciación y en el sí de María, porque la verdad es que Jesucristo es el único Hijo de Dios que se hizo hombre, naciendo del vientre de una mujer virgen y pura, para crecer en gracia, estatura y sabiduría en medio del mundo, para aprender a ser como los hombres, para enamorarse de los hombres y entregar su vida por amor, viviendo entre las miserias de los hombres, sintiendo y haciendo lo mismo que los hombres, siendo igual a los hombres, menos en el pecado, porque eso es lo que precisamente vino a destruir: el pecado, con su vida, con su muerte y con su resurrección, para darte vida.
La verdad está revelada en tu sí, sacerdote, cuando siendo tan solo un hombre, escuchaste el llamado en el que te fue revelado que Dios amó tanto al mundo que le entregó a su único Hijo para salvarlos, y lo dejaste todo para seguirlo, aun sin conocerlo, sin entenderlo, pero sintiendo un llamado tan profundo que no lo pudiste negar, porque todos tus sentidos, todas tus potencias estaban suspendidas en una sola verdad, que es el llamado de Jesús a su amistad, para configurarte con Él, para servir a Dios por Él, con Él y en Él, para siempre.
La verdad está revelada en el sí de ese hombre que tuvo el valor de escuchar, de aceptar y de obedecer el llamado a pesar de todo. Y tuvo el valor de decir sí, y de entregarse postrado en el suelo humillándose ante el mundo, haciéndose su servidor, sirviendo al mundo sin ser del mundo, para servir solo a Dios. Un mundo encadenado a las tentaciones y al pecado. Un mundo que fue liberado en un solo sacrificio único y eterno, al cual ese mismo hombre se une y se hace parte para servir a Dios salvando a los hombres de las cadenas de ese mundo que Dios creó.
La verdad esta revelada en ese hombre que Jesús llama y unge y bendice y lo hace sacerdote para la eternidad.
La verdad se revela cuando el mismo Cristo se entrega a ese hombre, y ese hombre se entrega a Cristo para ser una sola cosa. Y lo une con la Santísima Trinidad en un verdadero y legítimo matrimonio espiritual. Eso es el sacerdocio.
La verdad está en el que Jesús ama más que a nadie en el mundo, a ese amigo que lo dejó todo para unirse con Él y hacerse sacerdote, entregándose en la cruz, extendiendo los brazos para hacerse puerta con Cristo, por Cristo y en Cristo, para que todas las almas puedan ir al abrazo misericordioso del Padre.
La verdad está en que el sacerdote vive en Cristo y Cristo vive en él, resucitado y vivo, en medio del mundo, para llevar la alegría, la buena nueva, el anuncio del Reino de los cielos que Él mismo construye en la tierra.
Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que la verdad está en ti?
¿Agradeces esa verdad?
¿Reconoces en ti esa verdad?
¿Demuestras, con tu ejemplo, esa verdad revelada, para que el mundo crea?, ¿o tu verdad es que vives en la mentira, porque te has henchido de orgullo y de poder, de pecado y de placer en medio del mundo, y te falta valor, humildad y generosidad para reconocer y vivir en la verdad?
La verdad está en cada alma que ha sido creada para la gloria de Dios, y que tú conduces, guías y salvas a través de la cruz en la que tu Señor ha redimido al mundo.
La verdad se revela en ti, sacerdote, porque sin sacerdote no hay Cristo y sin Cristo no hay cielo.
La verdad se revela en ti que eres sencillo y pequeño, que eres hijo, y tu Madre siempre está contigo, para ayudarte, para protegerte, para enseñarte, para que crezcas en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres.