15/09/2024

Lc 10, 25-37

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – AMAR AL PRÓJIMO

«Anda y haz tú lo mismo»

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote. Y se refiere a los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica, amando a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, con todo su ser, y que aman al prójimo como a ellos mismos, porque en el prójimo lo reconocen a Él.

Se refiere no a los sabios y letrados, no a los ricos y poderosos, sino a los pequeños, a los ignorantes, a los sencillos y humildes, porque es a ellos a quien Dios se les ha revelado.

Tu Señor sale a tu encuentro en el camino. Y tú, sacerdote, ¿estás atento?, ¿lo ves?, ¿te detienes?, ¿lo atiendes?

¿Volteas a ver al más necesitado, y lo ves a Él?, ¿o cierras tus ojos ante las miserias de los demás y sigues de frente sin detenerte?

¿Actúas con caridad ante el sufrimiento de los demás?, ¿o eres indiferente?

¿Amas a tu prójimo? ¿Quién es tu prójimo?

Tu Señor te ha dado ejemplo, sacerdote, amando hasta el extremo, entregando su vida para el perdón de los pecados de los hombres, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos, y Él no ha venido a curar a los sanos, sino a los enfermos, y ha venido a perdonar no a los justos, sino a los pecadores, y te manda para que vayas tú y hagas lo mismo.

Tu Señor te ha llamado y te ha elegido, sacerdote, porque ha encontrado en ti a un hombre según su corazón, y te ha pedido que dejes todo para seguirlo y tengas sus mismos sentimientos, para que seas como Él, compasivo y misericordioso, y tú también des ejemplo.

Tu Señor te ha enviado como un buen samaritano, para que veas en el prójimo a tu hermano, para que lo ayudes, para que lo asistas, para que lo alimentes, para que lo vistas, para que lo sanes, para que lo acompañes, para que lo cuides y lo ames, porque es a Él a quien lo haces.

Pero si un día el prójimo necesitado fueras tú, sacerdote, déjate ayudar con humildad y déjate sanar, permitiendo que un buen samaritano te tienda la mano, porque, en él, Yo soy es quien lo hará.

Tu Señor es el prójimo y es el buen samaritano, es ‘Yo soy’, es tu amigo y es tu hermano, es tu Maestro y es tu amo, y es quien te pregunta ¿qué es lo que está escrito en la ley?, ¿qué lees en ella?

Y tú, sacerdote, ¿qué le contestas? ¿Cumples la ley?

Medita bien tu respuesta, sacerdote, abre tu corazón a la realidad y no mientas. Confiesa a tu Señor la verdad.

¿Amas a Dios por sobre todas las cosas?

¿Amas a tu prójimo como a ti mismo?

Y tú, sacerdote, ¿te amas? ¿Cómo te amas?

Considera tu respuesta, sacerdote, porque si alguno dice yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve.

Detén tu camino, sacerdote, y mira a tu prójimo, que está necesitado de ti. Deja tu ofrenda y ve a reconciliarte con tu hermano, dispuesto a servir, porque Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti. Cumple, pues, el mandamiento de tu Señor: el que ame a Dios, que ame también a su hermano. Y entonces, vuelve con el corazón contrito y humillado a presentar tu ofrenda ante tu prójimo, que tanto te ha amado, que siendo Dios se hizo hombre, para ser crucificado, para que tú, hombre indigno y pecador, fueras salvado.