15/09/2024

Lc 12, 8-12

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – RECONOCER A CRISTO ANTE LOS HOMBRES

«Yo les aseguro que a todo aquel que me reconozca abiertamente ante los hombres, lo reconocerá abiertamente el Hijo del hombre ante los ángeles de Dios; pero a aquel que me niegue ante los hombres, yo lo negaré ante los ángeles de Dios».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote. Es Cristo que pasa y se revela al mundo a través de ti, de tus obras, y de tu palabra.

Y tú, sacerdote, ¿reconoces en ti a tu Señor delante de los hombres?

¿Muestras con orgullo divino el rostro de tu Señor a los hombres, cuando caminas en medio del mundo, o te avergüenzas de la sotana?

¿Tienes el valor de mostrarte sacerdote ante el mundo, o tienes miedo?

¿De qué tienes miedo? ¿A quién le temes?

¿Permites que los hombres reconozcan en ti a su Señor?

¿Reconocen en ti a un verdadero Cristo que pasa por sus vidas?

No te avergüences, sacerdote, de tener visión sobrenatural. Antes bien, con esa visión lleva al mundo la verdad que te ha sido revelada por la misericordia de Dios y por su bondad, para que el mundo crea, porque todo el que crea en que tu Señor es el Hijo de Dios, no morirá, sino que tendrá vida eterna.

Y tú, sacerdote, ¿crees? ¿O estás esperando que se te aparezca tu Señor y te eche en cara tu incredulidad y tu dureza de corazón?

Tu Señor te ha enviado a proclamar su Palabra, y a bautizar con el Espíritu Santo a todas las almas, porque el que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará.

Y tú, sacerdote, ¿has aceptado esa responsabilidad?

No tengas miedo, sacerdote, de revelar al mundo la verdad. Tu Señor es la verdad que tú mismo representas, y que no puedes negar, porque esa es tu esencia, porque tú ya lo has reconocido enfrente de los hombres, y Él te ha reconocido a ti enfrente de su Padre. Te ha ordenado sacerdote, te ha hecho siervo, y te ha llamado amigo.

Tu Señor te ha reconocido delante de su Padre, y delante de los hombres. El Padre te ha dado su heredad, reconociéndote como verdadero hijo.

Y tú, sacerdote, ¿agradeces?, ¿correspondes?

¿Cómo agradeces? ¿Cómo correspondes?

Ten el valor de proclamar la buena nueva a los hombres, porque esa es tu misión, para que crean en Cristo, para que busquen a Cristo, para que encuentren a Cristo, para que amen a Cristo, para que alcancen su salvación.

No temas a los hombres, sacerdote. Ten un santo temor de Dios, reconociendo al Hijo, reconociéndote hijo, confiando en el amor de tu Señor, y en su providencia divina, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, haciendo todo lo que Él te diga, confiando en tu Señor, que es un guerrero poderoso, y siempre está a tu lado, para que no seas tú, sino los que te persiguen, los que queden avergonzados.

Persevera en la batalla, sacerdote, protegido bajo el manto de la Madre de tu Señor, que se muestra Madre con quien se reconoce hijo de Dios.

No tengas miedo, sacerdote. Ten el valor de reconocer a tu Señor cumpliendo tu misión, porque de eso te pedirá cuentas. No estás solo, tu Señor te ayuda, y Él está contigo todos los días de tu vida, hasta el fin del mundo.