15/09/2024

Lc 13, 10-17

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DUEÑO DEL SÁBADO

«El Hijo del hombre también es dueño del sábado».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te recuerda que Él es tu amo, y tú le perteneces como siervo, como esclavo.

Tu Señor es dueño de todo, porque por Él todo ha sido creado.

Tu Señor es dueño de la ley, y te ha dado un mandamiento nuevo, para que honres al Rey: amarás a Dios por sobre todas las cosas, y a tus hermanos como los amó Él.

Tu Señor no ha venido al mundo a abolir la ley, sacerdote, sino a darle cumplimiento y plenitud.

¿Qué estás haciendo tú? La plenitud está en el amor.

Y tú, sacerdote, ¿tienes caridad?

¿Obras con piedad?

¿Administras bien la misericordia, o faltas a la caridad por cumplir las reglas, aun a costa del bienestar de los demás?

Ten cuidado, sacerdote, porque el que no tiene caridad nada tiene. Y al que tiene hambre de poder nada lo detiene.

Tu Señor te envía a hacer el bien, sacerdote, en todo momento, y en cualquier lugar, correspondiendo con el bien, aunque te traten mal, sirviendo con alegría, amando a los que hacen el bien, y también a los que hacen el mal, poniendo mucho amor en las cosas pequeñas, y en cada detalle, porque es ahí en donde está la santidad.

Perfecciona, sacerdote, tu manera de actuar, rectificando la intención de tu corazón, en cada palabra, en cada acción.

Persevera, sacerdote, en el cumplimiento de tu misión. No seas intransigente con la gente, queriendo darles una lección, porque lo que tú les debes es compasión y misericordia, y no cerrazón de tu corazón.

Tu Señor te ha llamado y te ha enviado a alimentar a los hambrientos, a curar a los enfermos, y a cumplir sus mandamientos, también en sábado.

Considera, sacerdote, que nada es tuyo, todo te ha sido dado. Por tanto, a todo el que te pida, dale, y al que te quite lo tuyo no se lo reclames.

Trata a los demás como quieres que ellos te traten, y ama a los que te aman y a los que no te aman, a tus amigos y a tus enemigos, y haz el bien.

No juzgues y no serás juzgado, no condenes y no serás condenado, perdona, y serás perdonado.

Tu Señor te muestra el camino, sacerdote. Él es el camino.

Tu Señor te revela la verdad. Él es la verdad.

Tu Señor te da la vida, sacerdote. Él es la vida.

Tu Señor es el pan de la vida, sacerdote. El que vaya a Él no tendrá hambre y no tendrá sed.

Y tú, sacerdote, ¿te haces a todos para ganarlos a todos, o te riges bajo la comodidad de tus propias reglas, y una mentalidad estructurada, que no te deja ver nada con los ojos del alma, porque tienes la puerta cerrada?