PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DAR TESTIMONIO DE FE
«No ruego solo por estos, sino por los que van a creer en mí por su palabra» (Jn 17, 20).
Eso dice Jesús, sacerdote.
Y su Palabra te compromete.
¡Ay de ti, sacerdote, si no predicas el Evangelio!, porque de ti depende la salvación de los demás.
Y, ¿cómo van a creer si no hay quien les enseñe la verdad?
Y, ¿cómo van a conocer la verdad si no hay nadie que les predique la Palabra?
Y, ¿cómo van a creer que Jesús es el Hijo de Dios y que ha venido a salvarlos, si nadie se los dice?
Tú eres, sacerdote, el profeta, el que lleva la buena nueva, el que corrige, el que perdona, el que enseña.
El pueblo de Dios nada puede sin ti, sacerdote, porque sin Cristo nada se puede; y sin ti, sacerdote, no hay Cristo que los guíe, que los conduzca, que les enseñe, que les dé ejemplo y que les haga creer que Cristo ha venido al mundo a morir por ellos para salvarlos.
La caridad es darle al otro lo que necesita, y no hay caridad más grande, sacerdote, que dar a Cristo, que es todo lo que los hombres necesitan.
Él te ha llamado a ti y te ha elegido a ti, y ha rogado por ti para que creas en Él, para que seas configurado con Él, para que salves a las almas por Él, para que, por Cristo, con Él y en Él, todos sean uno, para que, así como Él es en el Padre y el Padre es en Él, todos sean uno en ellos, para que el mundo crea que el Padre ha enviado al Hijo y todos se salven.
Predica, sacerdote, el Evangelio.
Predícalo con tu palabra y con tu ejemplo, siguiendo una sola doctrina y un solo Magisterio, y lleva al mundo tus obras de fe con esperanza y con caridad, para que des ejemplo de una fe viva, como vivo es tu Señor en la Eucaristía, porque una fe sin obras, sacerdote, es una fe muerta.
Vive con la alegría de la esperanza y practica la caridad.
Tres grandes virtudes, sacerdote, es lo que tú debes practicar y enseñar; pero de las tres, sacerdote, la caridad es la más grande, porque puedes tenerlo todo, sacerdote, pero si no tienes caridad nada eres y nada te aprovecha.
Caridad para el prójimo a través de tus obras. Eso es lo que te pide tu Señor, sacerdote.
Misericordia quiere y no sacrificios.
Lleva al mundo tu testimonio de fe, sacerdote, a través de tus obras de misericordia, impartiendo los sacramentos, que son fuente de vida y de esperanza, con caridad.
Entonces el mundo creerá que tú has sido enviado por Cristo, así como el Padre lo ha enviado a Él, y entonces creerán en Él y lo seguirán, imitando tus obras, haciendo lo que tú les dices, siguiendo tus consejos, y creerán en Él, porque creen en ti, sacerdote.
Porque si ellos no creen en ti, que eres profeta, y en la ley que Dios les exige a través de ti, entonces no creerán en Él, porque no creerán, ni aunque resucite un muerto; y si no creen que hay resurrección de los muertos, entonces tampoco creerán que Jesucristo ha resucitado, y si Cristo no resucitó, vana es tu predicación y vana es tu fe, sacerdote.
Pero tú sabes, sacerdote, que Cristo resucitó y está vivo.
Cristo vive en ti, sacerdote, y a través de ti vive en cada uno.
Tu Señor te envía a regir, enseñar y gobernar al mundo, para que el mundo por ti crea, sacerdote, para que todo el que crea en que Cristo es el Hijo único de Dios, se salve.