15/09/2024

Lc 2, 22-40

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – UNA SOLA FAMILIA

«Yo voy a reunir de todas las naciones a mi pueblo, en una sola familia, un solo pueblo santo. Y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (Ez 36, 24.28).

Eso dice el Señor.

Una sola familia: la Santa Iglesia Católica, que reúne de entre las naciones a todos los hijos de Dios.

Tú, sacerdote, eres medio de unión, porque tú eres padre, porque tú eres Cristo, y por Él, con Él y en Él eres cabeza, eres centro, haces familia, santificas, alimentas, sanas, reúnes, eres proveedor, eres pastor, eres esposo de la Santa Iglesia Católica, en la que haces de todo el pueblo de Dios, un solo pueblo santo, una sola familia.

Familia, esa es la obra de Dios. Desde un principio hombre y mujer los creó, y procrear y multiplicarse les mandó.

Familia, a través de la que Dios se manifiesta generando vida.

Familia, de la cual hay un solo modelo: la Sagrada Familia.

Unidad en Cristo, unidad en la fe, unidad en la esperanza, unidad en el amor.

Unidad, sacerdote: esa es tu responsabilidad.

Unidad, sacerdote, entre las familias y sus miembros, para establecer en cada familia el Reino de los Cielos, y así cada familia es un solo miembro que forma un solo cuerpo de Cristo, con un mismo espíritu, una sola fe, un solo Dios, una sola Iglesia, de la cual Cristo es cabeza.

Familia que acoge, que perdona, que olvida, que vive en armonía, en la que todos se ayudan, pero que también todos se afectan.

Tú eres, sacerdote, modelo y ejemplo de la segunda persona de la Santísima Trinidad, un solo Dios verdadero, que en tres Personas distintas manifiestan tu heredad.

Familia que adquiere la responsabilidad de educar, de hacer crecer y alimentar, de cuidar, de proteger, de aconsejar, de guiar, de reunir a sus miembros en un solo rebaño y con un solo pastor.

Eres tú, sacerdote, pastor del rebaño de Dios, unión de su pueblo para ser reunido en un solo pueblo santo de Dios.

Familia conformada a la perfección, siguiendo el modelo de la Santísima Trinidad, para ser a imagen y semejanza de Dios, porque Dios es padre y es madre, y Dios es amor.

Eres tú, sacerdote, quien bendice y une a las familias por el sacramento del santo matrimonio entre un hombre y una mujer en plena libertad, por su propia voluntad, que profesan uno a otro su amor, y les mandas: vayan a procrear y multiplíquense para que formen una sola familia, un solo miembro del cuerpo de Cristo. Y unes a las familias en torno a la Santa Iglesia, para ser Una, Santa, Católica y Apostólica.

Eres tú, sacerdote, el responsable de dar ejemplo, de ser un buen padre, de reunir a tus hijos en torno a la Madre.

Lo que une, sacerdote, es el amor.

No hay más definición de familia que Jesús, María y José, la Sagrada Familia de Nazaret.

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – RECIBIR Y PRACTICAR LA PALABRA

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en la oscuridad, sino que tiene la luz de la vida» (Juan 8, 12).

Eso dice Jesús, esa es su Palabra.

En el principio era la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y por ella se hizo la vida. Y la vida era la luz de los hombres, y la Palabra era la luz, y la luz vino al mundo para iluminar la oscuridad de los hombres.

Pero los hombres no la recibieron, prefirieron las tinieblas a la luz.

Pero la luz se quedó entre los hombres a través de ti, sacerdote.

Tú eres la luz del mundo, sacerdote, que iluminas al mundo con la Palabra de tu Señor.

Predica la Palabra, sacerdote, para que enciendas la luz en los corazones de los hombres.

Pero primero, sacerdote, recíbela tú, para que seas encendido en el fuego del amor de Cristo, para que su Palabra atraviese tu corazón, como espada de dos filos, para que, a través de ti, llegue la luz de la Palabra a todos los rincones del mundo.

Haz tuya la Palabra, sacerdote, porque es el mismo Dios el que llega hasta tus entrañas y enciende la llama ardiente de tu corazón, para que tu luz nunca se apague.

Sacerdote: escucha la Palabra del Señor y ponla en práctica, aplicándola a tu vida en cada acto, en cada obra. Cada Palabra y cada letra, porque hasta la última letra será cumplida.

Haz tuya la Palabra, sacerdote, para que ilumine tu vida, porque nadie puede dar lo que no tiene.

Contradicción, sacerdote, contradicción, así es la Palabra del Señor, que está puesta para ruina y resurgimiento de muchos, para que queden al descubierto los pensamientos de muchos corazones, para que sean convertidos cuando sean iluminados sus caminos, y endereces, sacerdote, los senderos del Señor.

No camines sacerdote en la oscuridad, sino en la luz, para que brillen tus pasos, dejando huella para los miembros de tu rebaño, que caminan siguiendo a su Pastor.

No permitas, sacerdote, que se pierdan: guíalas. Mira que están perdidas, mira que sin tu luz caminan como ovejas sin pastor.

Sacerdote: eres tú signo de contradicción, pero a veces no eres el mismo signo de contradicción de Cristo, sino que te contradices a ti mismo; cuando no haces lo que predicas y cuando haces lo que prohíbes; y cuando hablas con la verdad, pero con tus obras mientes.

Eres contradicción para tu vocación cuando te resignas y no cumples tu misión, cuando te comportas como un rico y no vives la pobreza, cuando excedes tu cuerpo, entregado a las pasiones del mundo, y no respetas la sotana con que vistes; cuando tu boca no dice buenas palabras ni habla palabras de amor, porque la boca siempre habla de lo que está lleno el corazón.

Eres contradicción para la Santa Iglesia cuando criticas el Magisterio y te burlas del ministerio; cuando desobedeces al Espíritu Santo, que te dirige a través del consejo de otro que, como tú, vive la Palabra, pero no la contradice.

Sacerdote: eres contradicción para el mundo cuando no obedeces al que representa al mismo Dios en la tierra, que es la roca en la que se construye la Santa Iglesia: el Papa.

Sacerdote: te contradices a ti mismo cuando predicas, pero tú mismo no escuchas la Palabra. Y más te contradices cuando te dices humilde, pero no te humillas a ti mismo ante el confesionario, reconociéndote pecador y pidiendo perdón, para convertirte en un signo de contradicción igual a tu Señor, que abra corazones y que santifique almas, que convenza la razón de los hombres, para que entreguen su vida a la voluntad de aquel que es la luz y que vendrá de nuevo al mundo, esperando que, por ti, el mundo la reciba.

Sacerdote: tú eres la luz del mundo en la que el Señor confía y en la que se gloría.

Sacerdote: recibe la luz de tu Señor, para que lleves al mundo la vida, que es la luz de los hombres.