PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CONFESAR LA FE
«Tú eres el hijo de Dios».
Eso dicen los demonios.
Y se lo dicen a Jesús.
Y tú, sacerdote, ¿crees que hay un solo Dios? Haces bien, pues hasta los demonios creen y tiemblan.
Y tú, sacerdote, ¿tienes fe? Pues pon al servicio de Dios tu fe con obras, para que tu fe no sea estéril, porque una fe sin obras es una fe muerta.
Tú has sido llamado al servicio del Señor. Él te ha mirado, te ha sanado, y te ha transformado, para que tú te levantes y lo sirvas.
Tu Señor te ha enviado, sacerdote, para que lo sirvas, sirviendo a tus hermanos, amándolos como Él los ha amado. Demuestra tu amor a Dios amando a tus hermanos, porque ¿cómo puedes decir que amas a Dios, a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien sí ves?
Tu Señor te ha elegido para servirlo, y te ha dado una misión: obrar la caridad arrojando a los demonios, liberando a los hombres, a los que creen y a los que no creen; y predicar su Palabra, para alimentar y saciar a los que tienen hambre y a los que tienen sed; y te ha hecho misionero, para que lleves su misericordia a todos los pueblos.
Tu Señor te ha dado el poder de conquistar, de convertir, de atar y desatar, de unir y reunir, para que hagas sus obras y aún mayores.
Tu Señor te ha dado una fe grande, sacerdote, por la que dijiste sí, y dejaste todo, y tomando tu cruz lo seguiste.
¿Qué has hecho con esa fe, sacerdote? ¿La escondiste? ¿La perdiste? ¿La procuraste y alimentaste con tus obras?
Persevera, sacerdote, en el cumplimiento de tu misión, llevando a todas las almas la salvación, a través de los sacramentos y de la predicación, a los que creen, a los que no creen, a los que tienen una fe grande, y a los que les falta fe, a los ricos y poderosos, y a los pobres y sencillos, a los soberbios y a los humildes, y llévales el testimonio de tu fe, de tu amor, y de tu trabajo ordinario convertido en oración, para que aprendan de ti a entregarse a los demás, y servir, y por servir amar, y por amar servir.
Confiesa tu fe, sacerdote, y demuéstrale al mundo a quién perteneces, en qué crees y a quién obedeces. Pero demuéstralo con obras, y entonces verán tu fe.
Y tú, sacerdote, ¿cómo sirves a tu Señor?
¿Cumples con el ministerio que te ha sido confiado?
¿Te esfuerzas por dar un buen ejemplo, haciendo vida el Evangelio?
¿Practicas lo que predicas, o dices una cosa y haces otra?
¿Te esfuerzas cada día por agradar a tu Señor?
¿Luchas cada día por conservar tu configuración con Cristo Buen Pastor?
Glorifica con tu vida a tu Señor, sacerdote, cumpliendo sus mandamientos, haciendo lo que te diga, sirviéndolo cada día con alegría, profesando tu fe, abandonado en la esperanza de que Dios es Padre providente, que da en abundancia a los que lo aman; uniendo tu voluntad a la suya, para que, a través de ti, llegue su misericordia y su caridad a todos los pueblos, anunciándoles el Reino de Dios, como un siervo que anuncia el reinado de su Señor y la salvación, porque para eso has sido enviado.