15/09/2024

Lc 7, 1-10

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ENTREGA TOTAL

«Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a una oveja que no era de su redil.

Y eso quisiera decirte también a ti, sacerdote.

Tu Señor te pide una entrega total. Él, que es perfecto, no se conforma con una entrega a medias. Él te pide una entrega completa, en la que, o lo dejas todo para seguirlo, o mejor dile que no, para que seas frío o caliente, porque a los tibios, Él los vomita de su boca.

Tu Señor te llama todos los días, sacerdote. Él espera un sí, y acepta un no, pero nunca se conforma con un “a veces”.

Tu Señor te enseña con el ejemplo, que la tibieza y la resignación no son parte de la cruz. La cruz, o se toma completa, o se deja.

Aprende, sacerdote, de la Madre de tu Señor, a decir un sí total, un sí entregado, un sí a la cruz, un sí a la corredención. Eso es lo que ella está haciendo al pie de la cruz de su Hijo crucificado, con el que tú estás configurado. Ella no está solo contemplando, no está solo esperando, ella está participando.

La Madre se une con el Hijo en la cruz porque tiene los mismos sentimientos que Él, porque dijo sí, porque esa entrega es total. Y esa es la entrega que te pide tu Señor, sacerdote, a imagen de su Madre, tu Madre y Maestra, porque ella es la primera discípula, maestra de los discípulos, maestra de fidelidad, maestra de obediencia, maestra de aceptación a la voluntad de Dios, y de unir su voluntad a esa divina voluntad.

María siempre te llevará a Jesús, porque ella está unida en su cruz.

Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que Dios te ha llamado para hacerte parte de su plan de salvación para el mundo? ¿Te reconoces elegido y tomas con seriedad la misión de tu Padre, y la cumples? ¿Agradeces porque Él elige a quien quiere, y recibes lo que te da con humildad, sabiendo que lo necesitas para cumplir con la misión que Él te encomendó?

¿Vas cuando tu Señor te dice ve, y vienes cuando tu Señor te dice ven, y haces lo que te dice? ¿Tienes fe? ¿Qué tan grande es tu fe?

 Tú eres, sacerdote, el equipo de trabajo de tu Señor, para cumplir su misión en la empresa que Él te encomienda, y que Él mismo lleva a término en una eternidad que es constante, en la cual incluye a cada uno de sus amigos, y los hace parte de la salvación, a cada uno en su tiempo, y a cada uno en un lugar determinado, con una pequeña misión no menos importante que la de otro, y no menos importante que la del conjunto; y que juntos realizan la misión, que Él ha consumado con su muerte en la cruz, y que cada uno en su tiempo, en la eternidad de Dios la hace posible.

Tu Señor ha destinado una misión particular para ti, sacerdote, y espera que la cumplas, porque te da los medios. Y no solo te da los medios, sino que Él mismo colabora, porque tú solo no puedes, pero con Él todo lo puedes. Es Él quien obra en ti, quien vive en ti. Tú eres el mismo Cristo que vive y reina por los siglos de los siglos.

Tu Señor te conoce desde antes de nacer, sacerdote, y cuando tú reconoces tu miseria, Él la suple, cubriéndote con su misericordia.

Continúa la misión de tu Señor, diciendo sí, haciéndote uno con Él, abandonado en su divina voluntad, con fe, para que cuando te vean a ti, lo vean a Él, y alcancen con Él y contigo las promesas de la vida eterna.

La entrega es total. Tu Señor llama de una vez y para siempre, y así como renueva su sacrificio, renueva tú tu entrega una y otra vez, renovando tu alma en cada Eucaristía.

Nadie sabe el día ni la hora de la venida definitiva del Señor, cuando venga con su justicia a buscar esa entrega total de cada uno. Pero sí sabemos el día y la hora en la que viene todos los días con su misericordia. Viene hoy, cuando en tus manos se hace la transubstanciación del pan y del vino en su cuerpo y en su sangre, en la que se revela que Cristo está vivo y sigue viniendo al mundo todos los días.

Tu misión, sacerdote, es bajar el pan vivo del cielo, entregándote con Él en un sacrificio incruento y real, que es uno para la eternidad, en el que espera una entrega total, que es Él mismo en cada sacerdote configurado en el altar. No merece menos, no merece un sí tibio, merece una entrega total, merece el sí de su Madre en cada uno de sus amigos.