15/09/2024

Lc 11, 47-54

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA LLAVE DE LA PUERTA DEL CIELO

«¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el paso».

Eso dice Jesús.

Se lo dice a los doctores de la ley, a los sabios y letrados, y te lo dice a ti, sacerdote.

Tu Señor ha abierto la puerta del cielo con su muerte y con su resurrección, para que todo el que crea en Él se salve, porque a eso fue enviado.

Esa era su misión.

Tu Señor te ha llamado y te ha ordenado sacerdote.

Ha puesto la llave de la puerta del cielo en tus manos, que es su poder, configurándote con Él.

Poder para perdonar los pecados de su pueblo, y puedan llegar al Padre a través de Él.

Poder por el que haces bajar el pan vivo del cielo, para darles de comer y darles de beber, alimentándolos con su Cuerpo y con su Sangre, que es verdadera comida y es verdadera bebida de vida eterna.

Poder para profesar su Palabra, alimentar a su pueblo, porque no solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.

Poder para perdonar los pecados, porque todo lo que ustedes perdonen les será perdonado, pero lo que no les perdonen, se quedará sin perdonar.

Poder para atar y desatar, para que todo lo que aten en la tierra quede atado en el cielo, y lo que una Dios no lo desunan los hombres.

Poder para que todo lo que desaten en la tierra quede desatado en el cielo, porque tú, sacerdote, tienes la llave de la sabiduría infinita, que es tu Señor, y es la puerta por la que se llega al Padre.

Y tú, sacerdote, ¿has entrado por esa puerta?

¿Has conducido a tu rebaño y lo has invitado a entrar contigo, o mantienes esa puerta cerrada para ti, y no entras tú, y tampoco dejas que entren ellos?

¿Reconoces, sacerdote, tu poder?

¿Lo usas bien y lo aprovechas, recogiendo con tu Señor, o lo desparramas?

¿Te das cuenta, sacerdote, que tu Señor te ha dado el poder de profeta, sacerdote y rey?

¡Ay de ti, sacerdote, si no lo usas para bien!, porque de ese poder tu Señor te pedirá cuentas.

Escucha la Palabra de tu Señor, sacerdote, y ponla en práctica con tu vida, para que seas ejemplo de fe, de esperanza y de amor, abriendo la puerta del confesionario con el corazón contrito y humillado, entrando primero tú a confesar tus pecados, pidiendo perdón y abriendo la puerta al arrepentimiento del pueblo de Dios con la llave de la sabiduría, que es Palabra viva y eficaz, Verbo encarnado, Dios crucificado, Cristo resucitado, Camino, Verdad y Vida, y que es la Misericordia misma.

¡Ay de ustedes, que no saben ver las señales y no creen en los profetas!

¡Ay de ustedes, que tienen los ojos y los oídos cerrados a la verdad!, porque les incomoda y les inquieta que alguien más les diga que la puerta está abierta, y ustedes no quieren entrar.

Háganse a un lado y dejen a los demás pasar, no sea que sean juzgados no solo por sus propios pecados, sino por los de los demás, a quienes han cerrado la puerta a la gracia y la acción del Espíritu Santo, que los Apóstoles y los Profetas han anunciado tanto, porque eso, sacerdotes, no les será perdonado.