15/09/2024

Lc 17, 11-19

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – AGRADECER CON OBRAS DE FE

«Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a un leproso agradecido.

Y te lo dice a ti, sacerdote, cuando te acercas al confesionario y te pones de rodillas con el corazón contrito y humillado, y pides perdón por tus pecados, creyendo, por tu fe, que la absolución te devuelve la gracia necesaria para la salvación de tu alma, que tu Señor Jesucristo ha ganado para ti, a través del único y eterno sacrificio agradable al Padre, por su muerte en la crucifixión y la vida eterna de su resurrección.

Y tú, sacerdote, ¿agradeces el favor de tu Señor?

¿Eres consciente de que todo te lo ha dado, pero nada mereces?

¿Agradeces de corazón, o solamente como un gesto de buena educación?

¿Cómo agradeces?

Agradece, sacerdote, a tu Señor, que te ha dado su vida y su perdón. Te ha llamado, te ha elegido y te ha dado el don inmerecido de tu vocación, por la que te ha configurado con Él para que, por Él, con Él y en Él, glorifiques a Dios.

Agradece a tu Señor, sacerdote, porque te ha hecho su servidor, te ha dado su misericordia y te ha nombrado su administrador, y en tus manos ha confiado el misterio de la salvación, que con su Cuerpo y con su Sangre ha ganado.

Agradece, sacerdote, a tu Señor, porque tú estabas muerto y has vuelto a la vida, estabas perdido y has sido encontrado, estabas herido y has sido sanado.

Agradece a tu Señor, sacerdote, que siendo tú tan solo un siervo, Él te ha llamado amigo, porque te ha revelado la verdad.

Agradece, sacerdote, a tu Señor, que no solo te ha dado su amistad, sino que, por filiación divina, te ha dado su heredad.

Agradece, a tu Señor, sacerdote, que te hace como Él, Cordero y Buen Pastor, para perdonar los pecados de los hombres, y conducir a las almas al cielo.

Agradece, sacerdote, a tu Señor, que ha subido al cielo, y todo lo que le pidas en su nombre Él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

Agradece, a tu Señor, sacerdote, que te ha dado la fe, para que creas en Él y hagas sus obras, y aun mayores, confirmando en la fe a tus hermanos, alimentando y fortaleciendo tu fe, en primer lugar con la oración, en segundo lugar con la expiación, y en tercer lugar con la acción, a través de obras de misericordia, porque no todo el que diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad del Padre que está en el cielo.

Y tú, sacerdote, ¿eres un alma agradecida?

¿Valoras lo que tu Señor te ha dado?

¿Glorificas al Señor con tu vida?

Entonces, alégrate, sacerdote, levántate, y vete a servir a tu Señor, porque tu fe te ha salvado.