15/09/2024

Lc 21, 5-11

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA SEÑAL PRODIGIOSA Y TERRIBLE DE LA CRUZ

«Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando, todo será destruido».

Eso dijo Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, para que no te dejes engañar. Porque nada de lo que hay en este mundo te pertenece, porque tú, sacerdote, no eres de este mundo. Pero el cielo es real y te está esperando, para que vivas la eternidad dándole a Dios la gloria que merece.

Abre tus ojos para que veas, sacerdote. No permitas que te ciegue la belleza de los placeres, ni el fulgor del oro, ni la dulzura del vino, ni la falsa belleza de las mujeres, porque todo eso es finito, se acaba, de todo eso no queda nada. Solo Dios es infinito, solo Dios es para siempre, y solo Dios basta.

Por tanto, sacerdote, no sirve de nada admirar la belleza sin admirar a aquel por quien fue creada.

No vale la pena entregarse a un mundo del que no quedará piedra sobre piedra. Antes bien, construye en el mundo el Reino de los Cielos en la tierra, por el que entregar tu vida vale la pena, cuidando, protegiendo y sirviendo a la Santa Iglesia, porque el mal no prevalecerá sobre ella.

Permanece atento, sacerdote, a las señales prodigiosas de Dios, que te muestran el camino al cielo prometido por tu Señor, porque Él ha conseguido con su sangre un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes, que reúne en un solo rebaño y con un solo Pastor, un solo pueblo santo, la Ciudad Santa de Dios, construida sobre roca firme, que nunca será destruida, y que, unida al coro de los ángeles y de los santos, adora y alaba a su Señor, esperando con la lámpara encendida su venida.

Y tú, sacerdote, ¿cómo vives tu vida?

¿A quién contemplas?

¿A quién admiras?

¿Por quién vives?

¿A quién entregas tu vida?

¿Tienes fe?

¿Fortaleces con tus obras y tu ejemplo la fe de los demás?

¿Tienes esperanza?

¿Aumentas con tu alegría y tu optimismo la esperanza de los demás?

¿Tienes caridad? ¿Amas?

¿Llevas al mundo la misericordia de tu Señor?

¿Confías y vives en paz, llevando esa confianza y esa paz a los demás?, ¿o eres presa del pánico y te dejas dominar escuchando a falsos profetas que dicen saber la verdad, que ni siquiera a tu Señor su Padre ha querido revelar?

Ten cuidado, sacerdote, con tu soberbia. Ten cuidado. No te dejes dominar ni por tus pasiones, ni por las mentiras de las falsas profecías que destruyen tu templo sagrado, que debería ser solo por Dios habitado, pero que tú descuidas, y pones en riesgo de ser destruido y de que no quede piedra sobre piedra.

No tengas miedo, sacerdote, confía en tu Señor, abandónate en su voluntad y obedece su Palabra, porque está a la puerta y llama, está esperando a que tú veas la señal terrible y prodigiosa de la cruz en la que Él pendiendo está, y con voz potente clama ante tu corazón arrepentido que pide perdón: “yo te aseguro que hoy mismo estarás conmigo en mi Paraíso”.