16/09/2024

Jn 8, 31-42

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA VERDADERA LIBERTAD

«La verdad los hará libres».

Eso dice Jesús.

Y esa es la verdad.

Y tú, sacerdote, ¿eres verdaderamente libre?

¿Escuchas y cumples la Palabra de Dios?

¿Conoces la verdad?

¿Vives en la verdad?

¿Enseñas a otros la verdad, para que sean libres?

¿Conoces, sacerdote, el verdadero significado de la verdad?

¿Has experimentado la oscuridad del pecado, y la luz de la verdad?

¿Reconoces la diferencia?

¿Eres fiel a la Palabra de tu Señor?

Si tú quieres ser verdaderamente libre, cree en el Evangelio, sacerdote.

Si tú quieres liberar al pueblo de las cadenas con que está atado al mundo, enséñale a creer en el Evangelio.

Y si quieres vivir en la verdad, practica, sacerdote, el Evangelio.

Aviva tu fe poniéndola en obras, porque una fe sin obras es una fe muerta.

Y tú, sacerdote, ¿sabes cuál es el misterio de tu fe?

¿Conoces tu fe?

¿Sabes qué tan grande es tu fe?

¿Está viva?

¿Acostumbras todos los días pedirla?

¿Agradeces el don?

¿Valoras tu tesoro?

¿Eres fiel, por esa fe, a la verdad?

¿Agradeces, sacerdote, a tu Señor, tu libertad?

¿Te consideras un verdadero discípulo de tu Maestro?

¿Actúas en consecuencia, liberando de la esclavitud a su pueblo?

¿Cumples, sacerdote, con la misión de tu Señor?

¿Reconoces a Cristo como tu Amo y Señor?

¿Acreditas sus palabras cuando te llama “amigo”, y lo demuestras siendo un siervo fiel y prudente?

Entonces puedes decir, con toda libertad, que participas con tu Señor del misterio de su Redención, en cada Sacramento, en cada Oblación, en cada Misa, en cada Transubstanciación, uniéndote en sacrificio al único y eterno sacrificio agradable a Dios, que es la cruz de tu Señor.

Permanece, sacerdote, siendo Hostia viva, unido a Él, en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad, en Eucaristía, para que, por Él, con Él, y en Él, seas alimento de vida, y seas instrumento de salvación.

Tú eres, sacerdote, un hijo de Dios, que merece su heredad por filiación divina. Y esa, sacerdote, es la verdad.

Enseña, sacerdote, al pueblo de Dios esa verdad, porque eso es lo que los hace libres, a través de la Verdad, reconocida como la Misericordia de Dios, enviada al mundo para ser muerta, resucitada, y viva, derramada desde la cruz, para que el mundo tenga vida.

Esa es la verdad que es exaltada y elevada, para que toda alma que crea en Él sea salvada.

Tú eres, sacerdote, el misterio revelado al mundo, de la verdad que se expresa en la divinidad escondida en tu humanidad, cristificada con la Verdad.

Palabra del Señor.