PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CAMINO, VERDAD Y VIDA
«Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí».
Eso dice Jesús.
Y tú, sacerdote, ¿vas al Padre?
¿Conoces el camino? ¿Lo sigues? ¿Llevas a otros contigo?
El camino es el amor, sacerdote.
El camino no solo se contempla, se anda. Y al andar se deja huella, para que los que caminan perdidos encuentren también el camino.
Tu Señor es el camino, sacerdote.
Y te ha configurado, para que seas camino con Él, para que hagas sus obras y aún mayores, porque Él va al Padre, y no se olvidará de ti.
¿Acaso puede una madre olvidarse de su niño de pecho, y no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, Él no te olvidará. Te lleva grabado en las palmas de sus manos, porque te ama.
Tu Señor es el camino que te lleva a la tierra prometida, para darte vida.
Tu Señor es la vida. Y, siendo la vida, se ha entregado a la muerte para destruirla y rescatarte de la oscuridad, para hacerte luz con Él.
Y el Padre lo ha resucitado de entre los muertos, para darte vida en Él.
Tu Señor es la verdad que ha nacido en medio de un mundo de mentira, para darte libertad.
Reconoce la verdad que se te ha revelado, sacerdote, y hazla tuya, porque la verdad te hará libre.
Tu Señor te ha hecho verdad y vida con Él, para que comuniques al mundo la verdad, y le lleves la vida.
¡Qué mayor tesoro podría un hombre desear, que conocer el camino que lo lleva a la verdad y le da la vida! Pero ¿cómo alguien podría desear un tesoro que no conoce?
Anuncia al mundo la buena nueva, sacerdote, llevando tu mensaje con fe, con esperanza, pero sobre todo con amor. Que tu mensaje sea desde lo más profundo de tu corazón: mensaje de paz y de salvación.
Es para eso, que has sido enviado, configurado con Jesús Buen Pastor.
Lleva tu cruz de cada día con alegría, y participa activamente en cada celebración, tocando con tus manos el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, y reconócelo en la Eucaristía.
No seas incrédulo, sino creyente, porque en tus manos tienes el camino, la verdad y la vida.
Permanece en el camino, vive en la verdad, y lleva al pueblo de Dios la vida, uniéndolo en el sacrificio de tu Señor, por el que el Hijo los lleva al Padre.
Celebra cada Santa Misa con devoción, con toda tu mente, con toda tu alma y con todo tu corazón.
Eleva entre tus manos a tu Señor, recibe su paz y dile: “gracias, perdón, y ayúdame más”.