PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – FORTALECER LA FE
«Mi reino no es de este mundo» (Jn 18, 36).
Eso dice Jesús.
Y Él ora al Padre por sus amigos, no para que los saque del mundo, porque ellos tampoco son del mundo, sino para que los proteja del maligno, porque el Maestro nunca desampara a su discípulo. El amigo es fiel y nunca traiciona. El que ama permanece en todo momento y nunca abandona.
Sacerdote: el Rey ha venido a liberarte de las cadenas con las que estabas atado al mundo, porque tú no eres del mundo.
Ha venido admirado por tu fe, porque por tu fe has escuchado el llamado y has dejado todo para seguirlo. Él ha roto las cadenas que te ataban al mundo, y te ha permitido caminar en libertad para seguirlo y para que, por tu fe, traigas a otros ante Él, para curarlos, para sanarlos, para perdonar sus pecados, y que caminen con Él.
Sacerdote: el Rey te ha llamado para ser configurado con Él, para ser un discípulo y un amigo, para ser por Él, con Él y en Él, rey.
Has sido llamado para obrar sus obras, para caminar su camino, para revelar su verdad, para dar a las almas la vida. Y te ha enseñado con su vida, a través de la Palabra que ya ha sido escrita en el Evangelio, la vida que tú has de vivir, las obras que tú has de hacer, perdonando los pecados, sanando las heridas de los corazones de los hombres, llevándolos a los pies de Jesús, a través de la Palabra, sabiendo que es el Rey, y no tú, quien los salva. Pero eres tú quien lo representa, y es, a través de ti, que el Rey hace sus obras y triunfa en cada alma, consiguiendo en el mundo su victoria.
Sacerdote: tú construyes el Reino del Rey, que no es de este mundo, pero que vino a traer su Reino a esta tierra.
Tú participas como soldado y como rey, por Él, con Él y en Él, y si el mundo no te reconociera, acuérdate sacerdote que tampoco han conocido al Rey.
Y si el mundo te rechazara, acuérdate, sacerdote, que también han rechazado al Rey,
Y si el mundo te persiguiera, acuérdate, sacerdote, que también lo han perseguido al Rey.
Y si el mundo te desterrara, acuérdate, sacerdote, que también han desterrado al Rey.
Porque su Reino no es de este mundo.
Pero acuérdate que nadie le ha quitado la vida, Él ha entregado su vida por su propia voluntad.
Eso espera de ti el Rey que admira tu fe, que te ha llamado, que tú has escuchado, que te ha pedido dejarlo todo para seguirlo, y tú le has entregado tu vida por tu propia voluntad, para que se haga la voluntad del Rey y no la tuya.
Sacerdote: conserva tu fe, alimenta tu fe, fortalece tu fe, pide fe, para que el mundo crea por tu fe que Cristo es el Hijo único de Dios, y que ha sido enviado al mundo para que todo el que crea en Él se salve.
Fortalece la fe de tu rebaño con tu testimonio de vida, con tu ejemplo, y viviendo con amor tu ministerio, porque ese es el ejemplo del soldado que nunca abandona a su Rey, del discípulo que sigue a su Maestro, del amigo que sabe ser fiel.
Escucha, sacerdote, lo que te dice tu Rey y cumple su mandato.
Acude a la Reina, que es la Madre del Rey. Ella reúne a los ejércitos y les consigue la victoria en todas las batallas, a los que le piden y esperan de Ella con fe que interceda con su amor de madre ante el Padre, apelando a la misericordia del Rey.
Sacerdote: déjate acompañar de tus hermanos y de las personas que te hacen bien; de los que te ayudan, de los que te acompañan en el camino al encuentro de la salud, de la alegría, del perdón, de la paz, de la verdad, de la vida; para que, con su fe, sostengas tu fe, y seas contado entre los elegidos de tu Rey, y llenado de gracia y de amor, para luchar en todas sus batallas, consiguiendo la victoria para tu alma y para todas las almas de tu rebaño, para la gloria de Dios.