PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DAR A CONOCER A DIOS AL MUNDO
«Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, somos uno, a fin de que sean uno en nosotros, y el mundo crea que tú me has enviado».
Eso dice Jesús, dirigiéndose a su Padre.
Y tú, sacerdote, ¿permites que se haga la voluntad de tu Señor en ti?
¿Permaneces en tu Señor, como Él permanece en ti?
¿Predicas su Palabra, y la pones en práctica para que otros crean en Él, por ti?
Tu Señor ruega al Padre por ti, sacerdote, y por todos lo que ha puesto a tu cuidado, para conducirlos por camino seguro, y sean salvados.
Y tú, sacerdote, ¿qué haces para que ellos crean?
¿Fortaleces su fe con tu fe puesta en obras?
¿Ruegas por ellos al Padre?
Y tú, sacerdote, ¿tienes fe?
¿Demuestras al mundo tu fe?
Ten cuidado, porque alguno puede decirte: “Tú tienes fe, pues yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe”.
Y tú, sacerdote, ¿crees en tu Señor? Pues hazlo, porque hasta los demonios creen, y tiemblan.
¿Cuáles son tus obras, sacerdote? Por tus obras, tu fe alcanzará la perfección. Y por tus frutos te reconocerán.
Procura, sacerdote, que tus obras te alcancen la unidad en tu Señor, y a través de ti, sea la unión de tu Señor con su pueblo, porque esa es tu misión: hacerlos parte de un solo cuerpo, del cual Cristo es cabeza.
Tú eres, sacerdote, signo de contradicción para muchos, pero instrumento sagrado de unión, enviado por tu Señor, para que todos sean uno en Él.
Fortalece tu fe, sacerdote, porque la duda separa, frustra, estorba, agobia, oscurece tu camino, y endurece tu corazón.
Tu Señor te ha llamado a participar de su vida, de su pasión, de su muerte y de su resurrección, para que participes también de su gloria; para que seas uno con Él, así como su Padre y Él son uno; y ese, sacerdote, es un privilegio, tomando en cuenta que tú eres tan solo un indigno siervo, pero que has sido elegido por Él, para ser configurado con Él, y ser en todo igual a Él, porque te ama.
Tú has sido enviado, sacerdote, para que el mundo conozca a tu Señor, y a quien lo ha enviado, y para que conozcan que el Padre ama al Hijo, y el Hijo ama al Padre, y el Hijo da a conocer al mundo al Padre, a través de ti, sacerdote, para que el amor con el que el Padre ama al Hijo también esté en ellos, y el Hijo, que está en ti, también esté en ellos.
Tu misión es dar a conocer a Dios al mundo, para que su amor esté en ellos.
Es hermosa y es muy grande tu misión, sacerdote.