16/09/2024

Jn 3, 31-36

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – DAR TESTIMONIO CON LA PALABRA

«El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio».

Eso dicen las Escrituras.

Y también dicen que tú, sacerdote, no eres del mundo.

Y si tú, sacerdote, no eres del mundo, entonces has sido enviado de lo alto, para dar testimonio de que Dios es veraz, para que el mundo reciba su Palabra y crea, porque, también está escrito que todo el que crea en el Hijo de Dios no morirá, sino que tendrá vida eterna.

Tú eres, sacerdote, portador de la Palabra de Dios, con la que Él da testimonio de sí mismo. Con la que alimenta y salva, con la que reúne a su pueblo en un solo pueblo santo.

Por tanto, tú das testimonio de que las Escrituras vienen de lo alto, y pones de manifiesto los deseos de tu Señor, haciendo sus obras y dando testimonio de lo que has visto y de lo que has oído, para que otros crean y se cumpla la voluntad de Dios, construyendo, a través de tus manos, el Reino de los Cielos en la tierra.

Porque el Reino de tu Señor no es de este mundo, viene de lo alto, y tú mismo le ayudas a construirlo en este mundo, que Él, con su sangre, ha ganado para Dios.

El que ha venido de lo alto, y está sobre todos, ha subido de nuevo al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, y te ha enviado al Espíritu Santo para confirmar tu fe, para que tengas el valor de ir a todo el mundo, anunciando la Buena Nueva, dando testimonio de que tu Señor está vivo.

Porque ha resucitado de entre los muertos, y ha subido al cielo, pero tú tienes el poder de hacer bajar el pan vivo del cielo, todos los días, y tú das testimonio de tu fe, al adorar, al alabar, al reconocer a tu Señor crucificado, muerto y resucitado, elevándolo entre tus manos, exultando de alegría, dando testimonio de fe, de que tu Señor está vivo, y es Eucaristía.

Y tú, sacerdote, ¿tienes el valor de dar testimonio de tu Señor?

¿Llevas al mundo ese testimonio, cargando tu cruz de cada día con alegría?

¿Muestras al mundo el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, su Alma y su Divinidad, no con miedo, sino con fe, y con el santo temor de Dios?

¿Administras la misericordia que tu Señor ha puesto en tus manos, y cumples su voluntad impartiendo sus sacramentos a su pueblo?

Examina tus actos, tus obras, y tu conciencia, sacerdote, y confiésale a tu Señor si estás dando verdadero testimonio, y predicas la Palabra de tu Señor, o hablas de las cosas de la tierra porque estás atado al mundo.

Haz conciencia y examina tus palabras, para que descubras el testimonio que estás dando de ti mismo, porque la boca habla de lo que hay en el corazón, y las palabras dan testimonio de lo que hay dentro de ti.

Pídele a tu Señor que aumente tu fe, para que creas en ti, y en que tú tienes el poder de dar testimonio de Él, porque no eres tú, sino es Cristo quien vive en ti, y quien da testimonio de sí mismo.

Pero se requiere tu voluntad para actuar, y a través de tus obras revelar al mundo la verdad, porque tú das testimonio con tu vida y tu ejemplo.

El mundo ve y oye a través de ti, sacerdote, y entonces cree.

La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que la espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo y convierte los corazones.

La Palabra de Dios viene de lo alto. El que la recibe da testimonio de esto.

Tú eres, sacerdote, el testimonio fiel y veraz de tu Señor.

El que te recibe en su nombre a Él lo recibe, y el que lo recibe a Él no lo recibe a Él, sino a aquel que lo ha enviado.