PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – AGUA VIVA
«El que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed nunca más, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en fuente de agua para la vida eterna».
Eso dice Jesús, y te da el don de Dios a ti, sacerdote, para que tú seas fuente de agua viva para la vida del mundo.
Y tú, sacerdote, ¿has saciado tu sed, o caminas en el desierto bajo el sol con sed?
Pídele a tu Señor que te dé de beber, y Él te dará agua viva.
Lleva el agua, que brota del manantial que hay en ti, al mundo que muere de sed, y dales de beber. Pero bebe tú primero, sacerdote, para que no desfallezcas en el camino.
Bebe del agua que tus manos convierten en vino, porque esa es el agua que es fuente de vida y bebida de salvación.
Pídele, sacerdote, esa agua a tu Señor, y bebe. Y luego ve y lleva de esa agua a tu rebaño, y dale de beber, no con el agua del mundo, sino con el agua viva que brota del manantial que hay en ti, sacerdote, y que son los sacramentos, capaces de dar vida eterna a todas las almas del mundo.
Sacia tu sed, sacerdote, y dales de beber, porque es así como sacias la sed de aquel que es la fuente de agua viva, pero que tiene sed.
Dale de beber a tu Señor, sacerdote.
Llévale almas llenas de vida y sacia con ellas su sed.
Él es la Fuente, y Él quiere darte de beber.
Él es la Vida, y Él quiere darte vida.
Él es la Verdad, y quiere darse a conocer saciando tu sed.
Él es el Camino, y quiere mostrarle al mundo el camino a la vida, a través de ti, sacerdote.
Y tú, sacerdote, ¿tienes hambre?
¿De qué te alimentas? ¿Del alimento que se acaba, o del alimento de tu Señor, que es alimento de vida eterna?
Come, sacerdote, del alimento que tiene tu Señor, que es hacer la voluntad de Dios y llevar a término su obra, alimentando a su pueblo y dándole de beber, para que nunca tengan hambre y nunca tengan sed.
La Palabra de tu Señor es alimento de vida.
Y tú, sacerdote, ¿alimentas a su pueblo?
La sangre de tu Señor es Eucaristía y es bebida de salvación.
Y tú, sacerdote, ¿le das de beber a su pueblo?
Él tiene palabras de vida eterna.
Él es el Santo de Dios.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto?
Y tú, sacerdote, ¿vas a Él?
¿Le llevas almas?
¿Sacias su sed, o solo sacias la tuya?
¿Eres instrumento que conduce el manantial del agua viva de tu Señor y la transforma en obras de misericordia? ¿O eres un vaso roto de barro que la desparrama?
¿Administras bien, sacerdote, la misericordia de tu Señor?
¿Abres tu corazón para recibir la gracia y la misericordia de Dios para ti, sacerdote? ¿O mueres de sed mientras caminas en el desierto de tu soberbia, de tu iniquidad, de tu maldad, de tu indiferencia y de tu tibieza?
¿Conoces, sacerdote, a tu Señor?
¿Lo reconoces cuando te llama y te dice: “Yo Soy”? ¿Cuando tienes en tu boca su Palabra, y en tus manos su alimento de vida y su bebida de salvación?
Tú tienes, sacerdote, la fuente de vida.
Es Cuerpo, es Sangre, es Alma, es Divinidad, es Eucaristía.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto? ¿O tienes hambre y tienes sed?