16/09/2024

Jn 8, 21-30

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – VIVIR EN CRISTO

«Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin» (Apoc 22, 13).

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿sabes quién es Él?

¿Lo conoces?

¿Crees en Él y en quien lo ha enviado?

Y tú, sacerdote, ¿sabes quién eres tú?

¿Te conoces, y conoces al que te ha enviado?

¿Qué es lo que entiendes cuando tu Señor te dice “Yo Soy”?

¿Y qué es lo que tú expresas y confiesas cuando le dices al mundo “yo soy”?

Tú has sido llamado y has sido elegido para ser configurado con tu Señor, y ser uno como Él y el Padre son uno, y mostrarle al mundo a Cristo, para que el mundo crea que Él es el Hijo de Dios cuando tú digas: yo soy.

Tú eres, sacerdote, el que es, el que era, y el que ha de venir.

Haz conciencia, sacerdote, y descubre quién es el que vive en ti, quién es el que te ha llamado, el que te ha elegido y el que te ha enviado para mostrarse al mundo a través de ti.

Reconoce, sacerdote, el rostro de tu Señor en ti.

Reconoce sus manos en tus manos, cuando realizas sus obras.

Reconoce sus pies en tus pies, cuando caminas siguiendo sus pasos.

Reconoce sus palabras en tu boca, cuando predicas la verdad.

Reconoce que Él está dentro de ti, y su amor abunda en ti, porque la boca habla de lo que está lleno el corazón.

Reconócete tú en Él, sacerdote, cuando Él dice: ‘Yo Soy’, y comprométete, sacerdote, a serle fiel a esa configuración en la que te bendice y te une tu Señor.

Agradece, sacerdote, ese don, porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.

Reflexiona, sacerdote, en tus actos, en el camino que siguen tus pasos, en las palabras que salen de tu boca.

Cuestiona tu conciencia y expón tu corazón.

¿Manifiestas con tu vida esa configuración?

¿Alzas tu mirada al cielo con seguridad, para gritarle al mundo completamente convencido que tú eres ese Cristo que dice: ‘Yo Soy’?, ¿o tu vergüenza delata la miseria de tu humanidad, y esconde tu configuración con la Divinidad?

Sé humilde, sacerdote, porque la humildad es decir la verdad.

¿Llevas la luz del mundo?, ¿o vives aún en la oscuridad?

¿Expresas la verdad con tu testimonio de vida?, ¿o vives aún en la mentira?

¿Caminas en la seguridad de ir en un plano inclinado hacia el cielo?, ¿o caminas por el camino equivocado por haber elegido el camino fácil de las falsas seguridades del mundo?

¿Tu alma está viva, sacerdote, y llevas al mundo esa vida?, ¿o estás envuelto en el pecado, y estás induciendo a otros a su propia muerte?

Tu Señor es la Luz, y Él te envía para que tú, sacerdote, seas la luz para el mundo.

Tu Señor es la Verdad, sacerdote, y Él te envía para que enseñes al mundo esa verdad.

Tu Señor es el Camino, sacerdote, y Él te hace camino para el mundo.

Tu Señor es la Vida, sacerdote, y Él confía en ti, para que tú lleves al mundo la vida.

Reflexiona, sacerdote, en tu unidad de vida, y reconoce si estás ejerciendo tu ministerio de acuerdo a lo ordinario de tu vida. ¿O acaso llevas una doble vida?

¿Te configuras con tu Señor en unidad de vida?, ¿o solo le permites ser un instrumento en el altar?

¿Es tu ministerio un simple trabajo?, ¿o es la ofrenda con la que te unes al sacrificio de Cristo en el altar para ser uno, como el Padre y Él son uno, para ofrecerte por Él, con Él y en Él, en el único sacrificio agradable al Padre para mostrarle al mundo quién es Él, y que el mundo crea en Él y se salve?

Haz conciencia, sacerdote, y corrige tu camino, para que salgas de la oscuridad a la luz, para que conozcas la verdad que se revela en tu humanidad todos los días de tu vida, y puedas decirle al mundo: “ya no soy yo, sino es Cristo quién vive en mí”; y entonces, con seguridad puedas decirle al mundo: “yo soy”, para que el mundo crea en ti, y en que aquel que te ha enviado es veraz y que es el Hijo único de Dios, para que tengan vida; porque todo el que crea en Él y en que Él es el que es, el que era, y el que vendrá, aunque muera, vivirá.