PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – TÚ ERES, SACERDOTE, CRISTO VIVO
«Y si hemos muerto con Cristo creemos que también viviremos con Él, porque sabemos que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él» (Rm 6, 8-9)
Eso dicen las Escrituras.
¡Cristo está vivo!
Y tú das testimonio de Él, sacerdote, porque tú vives, pero ya no vives tú, sino que es Cristo quien vive en ti, y ahora vives en la fe del Hijo de Dios, que te amó, y se entregó a sí mismo por ti.
Tú eres, sacerdote, testimonio vivo de la vida, pasión, muerte y resurrección de tu Señor.
¡Alégrate, sacerdote!, porque Cristo ha resucitado, ha vencido al mundo y a la muerte, ha perdonado tus pecados, y ha ganado, para la gloria de su Padre, un pueblo de sacerdotes.
¡Vive, sacerdote, vive en la alegría de tu Señor resucitado!, anunciando al mundo la buena nueva a través de la Palabra que Él te ha confiado.
Conmemora su muerte y anuncia su resurrección todos los días de tu vida, elevándolo entre tus manos, en presencia viva, adorando, alabando y glorificando a Dios en la Eucaristía.
Tú eres testimonio vivo de tu Señor resucitado, con tu vida y con tu ejemplo, configurado con el Crucificado, para que el mundo crea en Él, porque si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe.
Exulta de alegría, sacerdote, porque este es el día Santo del Señor, que dio su vida para recuperar la tuya, con su propia resurrección.
Lleva la vida al mundo, sacerdote, a través del agua viva del bautismo, que te ha dado tu Señor, para que, por su misericordia, y a través de tus manos, llegue a todo el mundo su salvación.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, que ha vencido al mundo cuando dijiste sí, y renunciando a ti mismo, tomaste tu cruz para seguirlo.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, que ha caminado en el mundo, cuando guías a las almas conduciéndolas y reuniéndolas en un solo rebaño y con un solo pastor, configurado con Cristo Buen Pastor.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando limpias las almas con el agua del bautismo.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando perdonas los pecados en el confesionario, y absuelves a las almas, sabiendo que tu Señor ya ha asumido su culpa y pagado su deuda.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando consagras el pan y el vino, y lo transformas en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo crucificado, muerto, resucitado y vivo.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando lo entregas por primera vez y te entregas en comunión con Él, y confirmas a las almas en la fe.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando unes en matrimonio al hombre y a la mujer, y das comienzo a una nueva familia, y la bendices con tu poder, por el que lo que tú atas en la tierra queda atado en el cielo.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando das la unción a los enfermos llevándoles la fortaleza a sus almas y la paz de tu Señor.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando administras la misericordia que tu Señor ha puesto en tu corazón, para que la lleves a todos los rincones del mundo, con el poder de tus manos.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando das de comer al hambriento, cuando das de beber al sediento, cuando vistes al desnudo y visitas al enfermo, cuando acoges al peregrino y visitas al preso, y bendices al muerto; cuando enseñas al que no sabe, cuando aconsejas, cuando corriges, cuando perdonas, cuando consuelas y soportas con paciencia los defectos de los demás, y rezas por los vivos y los muertos.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando te revistes y te presentas ante el mundo en la sede, en el ambón y en el altar.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando eres misionero y llevas su luz hasta los confines de la tierra.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando abres tu corazón para recibir la gracia y la misericordia de tu Señor, reconociéndote necesitado de Él, para permanecer en Él y hacer sus obras.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando pones en obra tu fe, porque sabes que una fe sin obras es una fe muerta.
Tú eres, sacerdote, Cristo vivo, cuando escuchas la Palabra de Dios y la pones en práctica, cumpliendo el mandamiento de tu Señor, amando a los demás como Él los amo.
¡Vive, sacerdote, en la alegría de llevar al mundo la vida!, porque tú eres, sacerdote, Cristo vivo para el mundo.
Tú eres el instrumento fidelísimo de Dios, para que, por la pasión y la muerte de su Hijo, cada alma del mundo acepte ser partícipe de la vida en su resurrección, y tenga vida eterna para la gloria de Dios.
Alégrate, sacerdote, porque tú has muerto con Cristo, pero tú eres Cristo vivo, porque Cristo ¡ha resucitado!