PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PREDICAR CON EL EJEMPLO
«Vamos a predicar el Evangelio, pues para eso he venido».
Eso dice Jesús.
Para eso ha venido al mundo Jesús.
Esa es la misión que tiene Jesús, para que crean en Él, para que lo escuchen y hagan lo que Él les diga.
Porque todo el que crea en Él tiene vida eterna, y todo el que ponga su fe por obra tiene una fe viva, porque una fe sin obras es una fe muerta.
Sacerdote: tú has escuchado el llamado y has puesto tu fe por obra acudiendo con prontitud, dejando todo, para seguir a Jesús y hacer lo que Él te diga.
Eres tú, sacerdote, a quien Él ha encomendado continuar con su misión salvadora.
Eres tú, sacerdote, quien debe predicar el Evangelio, que es la Palabra de Dios, porque a eso has sido enviado.
La Palabra de Dios es misericordia.
La Palabra alimenta, sacia la sed, reviste de sabiduría, sana, purifica, hace crecer.
La Palabra es el Verbo hecho carne.
La Palabra de Dios es espada de dos filos que penetra el alma y abre los corazones de los hombres.
La Palabra es el poder de Dios manifestado a través de tu boca.
La Palabra tiene el poder de curar, porque una sola palabra basta para sanar, y tiene el poder de expulsar demonios, de atar y desatar, y de abrir la puerta del cielo a través de los sacramentos.
La Palabra de Dios está viva y es eficaz.
La Palabra perdona y justifica.
La Palabra salva.
Sacerdote: tú has sido llamado para proclamar la Buena Nueva al mundo entero, a través de la Palabra.
Tú has sido llamado a evangelizar a todos los pueblos a través de la Palabra.
La Palabra te ha sido dada para ser proclamada y escuchada, para ponerla en práctica.
La Palabra es entonces misericordia.
Sacerdote: el que no predica limita la gracia, porque calla la voz de Dios, y trunca la misericordia que se derrama desde la cruz a través del Evangelio.
Predica con la Palabra, sacerdote, pero predica también con el ejemplo.
De nada te sirve decir una Palabra que tú mismo no cumples.
De nada te sirve profesar una verdad en la que tú mismo no crees.
De nada te sirve manifestar una fe que tú mismo no pones en obra.
Sigue el ejemplo de tu Maestro, porque Él se ha hecho hombre para ser en todo igual a ti, menos en el pecado. Se ha abajado para llegar a ti, para que el discípulo sea capaz de aprender de su Maestro.
No te calles, sacerdote, porque tú eres la voz de Cristo, y Cristo es el Verbo encarnado que trae al mundo la vida.
No te calles, sacerdote, porque tu Palabra es misericordia para las miserias de los hombres.
Cumple sacerdote tu misión, que es la continuación de la misión de aquel que vino al mundo para predicar la Palabra de Dios, y que te ha llamado para continuar su misión.
Participa, sacerdote, en la obra redentora de Cristo, porque a eso has sido enviado.
Pero cree, sacerdote, en lo que predicas, para que lleves al mundo tu fe, puesta en obras, para que des testimonio de que Cristo está vivo, porque es un Dios de vivos y no de muertos, que predica su Palabra no a unos cuantos, sino a todos los pueblos, y no lo hace Él solo, sino con sus amigos.
Él habla en plural uniendo a los pueblos, derramando para todos su misericordia, porque para eso ha venido.