PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – SACERDOTE RENOVADO
«Nadie echa vino nuevo en odres viejos. A vino nuevo, odres nuevos».
Eso dice Jesús.
Renovación, sacerdote, renovación.
Porque la Palabra de Dios está viva, y es vino nuevo cada vez.
Y es el mejor de los vinos.
Eres tú, sacerdote, el odre en donde se guarda y se contiene el mejor de los vinos, vino nuevo que renueva, que da vida.
Pero, sacerdote, si tú no te renuevas, si permaneces como odre viejo, el odre se rompe y el vino se pierde, porque el que no está con Cristo, está contra Cristo, y el que no recoge, desparrama.
Asegúrate, sacerdote, de ser un odre nuevo cada vez que recibas vino nuevo, para que en ti se contenga la Palabra viva y verdadera, que es el mejor de los vinos, para llevar la alegría de la Buena Nueva a todos los hombres invitados a las bodas del Cordero.
Sacerdote: eres tú odre nuevo, renovado por tu Señor a través de cada sacrificio en el que te haces ofrenda y te unes al único y eterno sacrificio de Cristo.
Eres tú odre nuevo cuando te acercas al sacramento de la Reconciliación.
Sacerdote: permanece en gracia de Dios, para que tu alma permanezca siempre nueva y contengas el vino nuevo que te entrega, por su misericordia, tu Señor.
Eres tú, sacerdote, quien debe ser renovado constantemente.
Todos los días necesitas conversión, porque todos los días está al acecho la tentación, y tu carne es débil y tu cuerpo es frágil, y tu corazón envejece cuando traicionas la amistad de aquel que no te merece pecador, sino que te merece justo, puro, fiel, obediente, casto, alegre, entregado a la voluntad de Dios. Y, sin embargo, te acepta cuando vienes arrepentido y le pides perdón. Entonces te renueva, y te llena de Él, para que contengas en tu alma y en tu corazón su cuerpo y su sangre, que renueva tu interior y te hace digno de merecer la amistad de tu Señor.
Misericordia quiere y no sacrificios.
Porque Él está contigo todos los días de tu vida.
Conviértete, sacerdote, en misericordia divina, por Él, con Él y en Él, porque ese es el mejor de los vinos.
Vino nuevo que renueva y que da vida.
El Señor está contigo, sacerdote, todos los días de tu vida.
Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
Dichosos los invitados al banquete del Señor.
Eres tú, sacerdote, el signo de renovación para los hombres, para que ellos también puedan contener el vino nuevo que tú les das.
Renuévalos a través de los sacramentos y del ejemplo de tu alma sacerdotal.
Renuévalos para que sean dignos de ser invitados al banquete del Señor.
Eres tú, sacerdote, responsable de esta renovación.
Y eres tú, sacerdote, responsable de entregarles el vino nuevo que llene los odres nuevos de los hombres que han sido renovados para recibir dignamente a su Señor, y contenerlo en su interior.
Entrégalo, sacerdote, en la Eucaristía, para que cada sacrificio sea una renovación del único sacrificio de Cristo que renueva, que santifica, que salva, que hace nuevas todas las cosas, haciendo nuevos los odres y el vino, para que llegue su misericordia a todos los hombres del mundo.
Renueva tu alma, sacerdote, y que sea el vino nuevo guardado en ti, sacerdote renovado.