16/09/2024

Mc 4, 21-25

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LUZ DE CRISTO

«Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la oscuridad, si no que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).

Eso dice Jesús.

Sacerdote: tú eres la luz de Cristo para el mundo. Es a través de ti que brilla la luz hasta el último rincón de la tierra.

La luz es Jesús.

Y es a través de su Palabra que la luz brilla en ti para que llegue a todo el mundo y alcance a todos los hombres en todos los rincones de la tierra.

Sacerdote: tú sigues a Jesús y Él dice que el que lo sigue no camina en la oscuridad.

Tú iluminas el camino de los demás porque hay muchos que no lo siguen y que viven en tinieblas, tropezándose en esa oscuridad, entre tentaciones y un mundo de pecado.

Sé tú el faro que guía a los que no saben seguir a Jesús, y enséñalos. Muéstrales el camino, para que ellos caminen en la luz.

Sacerdote: no escondas tu luz, porque no es tuya. Tú has sido encendido con la luz de Cristo, y esa luz no es para guardarla, no es para esconderla, no es para apagarla.

Esa luz es para mostrarla como una vela en el candelero, para que alumbre el sendero por el que caminan las almas, para que lleguen al cielo.

Sacerdote: tú eres la luz.

Ilumina, sacerdote, al mundo, con tu luz.

Eres tú ese Cristo que alumbra la vida y renueva, disipando las tinieblas de la oscuridad de la mentira y de la muerte.

Pero, sacerdote, si tú tienes miedo de salir al mundo y cumplir con tu misión, si tú vives resignado y permaneces en un mismo rincón, alumbrando tan solo un pedacito del mundo, sacerdote, estás limitando el brillo de tu luz.

Si tú no te alimentas todos los días estás condenado a que se apague tu luz.

Si tú no practicas obras de misericordia, ¿cómo se mantendrá encendida tu luz?

Y si tú escondes esa luz debajo de tu cama, ¿a quién servirá el reflejo de la llama encendida de tu corazón, que es la luz de Cristo por la que tú, sacerdote, brillas?

También la luz necesita ser expuesta y conducida para ser recibida.

Así como el sol da nacimiento a un nuevo día, es así como tú, sacerdote, también das vida.

Pero si escondes tu brillo, como se esconde el sol al terminar el día, entonces caerá la noche, y todo se llenará de oscuridad, si la luna no refleja lo que el sol le da.

La luna, sacerdote, es como las almas a las que tú iluminas y que, con tu fe, fortalecen su fe, cuando llevas a ellos la luz de Cristo a través de la Eucaristía, para que, cuando tu luz se apague al final de tu vida, continúes reflejando esa luz que mantiene la vida de los hombres de tu rebaño, dirigida hacia la luz de Aquel que nunca se apaga, porque vive en ti y en ellos, en medio del mundo, todos los días en la Eucaristía.

Que sea tu legado, sacerdote, todos los días, el pan bajado del cielo por tus benditas manos, exaltando su luz en cada Misa y en cada sagrario, para que llegue la luz encendida en tu corazón a todos los rincones del mundo.

Predica, sacerdote, con la Palabra de Dios, que es fuente viva de luz unida a la sagrada Eucaristía, alimento y bebida de salvación, para saciar el hambre y la sed del santo pueblo de Dios.

Mucho se te ha dado, sacerdote. Agradécelo y consérvalo, compartiendo con los demás, porque es Cristo mismo el que se te da y se multiplica, para llegar a los demás. Es eterno, es infinito y nunca se acaba.

Cada vez que Él se dona, y tú lo compartes, Él se da más.

Conserva, sacerdote, esa luz, que es el mismo Dios que a través de ti ilumina al mundo, porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, hasta ese poco se le quitará.

Haz conciencia. Pide sacerdote, al Espíritu Santo, que escrute en tu corazón y descubra para ti la respuesta a esta pregunta: sacerdote, ¿estás iluminando al mundo con la luz de Cristo, o estás limitando el brillo de la luz que ilumina al mundo?