16/09/2024

Mc 4, 35-41

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CRISTO ES SEGURIDAD

«¿Por qué tienen miedo? ¿Por qué aún no tienen fe?»

Eso pregunta Jesús mientras disipa las tormentas de tu corazón, sacerdote, mientras abre tus oídos para que escuches su voz, mientras enmudece el mar y se calma el viento, mientras cesa la tempestad que calla tu lamento.

Sacerdote ¿por qué tienes miedo?

¿Acaso no conoces a tu Señor?

¿Acaso no sabes que Él está contigo todos los días de tu vida?

¿Acaso no eres testigo de su misericordia?

¿Acaso no das testimonio de su bondad?

¿Acaso, sacerdote, no vives en la verdad?

Sacerdote: Cristo es tu seguridad, y si tú vives en Él, como Él vive en ti, ¿a quién temerás?, ¿quién podría hacerte daño?

Él es la luz aun en medio de la oscuridad.

Él es la calma en medio de la tormenta.

Él es claridad en las tinieblas.

Él es la paz en medio de la guerra.

Él es el valor en medio de tu cobardía.

Él es la fe en medio de tus dudas.

Él es la presencia divina, perfecta compañía en medio de tu soledad.

Él es la fidelidad y la amistad, que permanece cuando tu infidelidad lo abandona.

Él es la palabra, el aliento, la esperanza, en medio de tu angustia, de tu desesperanza y de tu lamento.

Él es el camino.

Sacerdote: ¿por qué te sientes perdido?

¿Acaso no confías en tu Señor?

¿Acaso no te ha dado motivos para poner en Él tu confianza?

¿Acaso Él te ha abandonado alguna vez?

¿Acaso no te ha protegido?

¿Acaso se ha ido?

Sacerdote: si tienes duda, si te falta fe, si tienes miedo, si te falta creer, es que entonces no conoces la verdad de tu Señor.

Él es el Hijo único de Dios. El que cree en Él vive para siempre.

Esa, sacerdote, es la verdad.

¿Quién temería, quién dudaría, quién se acobardaría, quién se asustaría, si creyera firmemente esta verdad?

Viviría en la alegría, cambiaría su duda en confianza, su temor en esperanza y su tormenta en paz.

Obedece, sacerdote, obedece, porque la obediencia mantiene tranquila tu conciencia.

Y si un día la duda te asalta, el miedo te domina, la angustia te perturba, recurre a la paz de tu conciencia y pide fortaleza, perseverancia y fe, manteniendo la esperanza de que el Espíritu Santo se derrama sobre aquellos que le obedecen.

Pide fe, sacerdote, y conserva esa fe, alimentándola de buenas obras en la caridad, obrando con misericordia, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Es así como obedeces, sacerdote, y es así como nunca te equivocas. Porque la fe te conduce al conocimiento de la verdad.

Confía sacerdote en esa verdad y reconoce en tu debilidad que Él es tu fortaleza, y pídele que te ayude.

No sientas vergüenza de tu impotencia. Humíllate ante Él, para que reconozcas su omnipotencia y nunca te gloríes si no es en la cruz de tu Señor.

Sacerdote: tú no eres digno, tú no mereces nada, tú no eres más que una criatura más del Señor, pero Él te ha elegido, has sido llamado, Él te ha escogido como su amigo, y su gracia te basta.

Sacerdote: tú eres ejemplo para el mundo. Ante la tempestad conserva la calma y vive en la alegría de tu Señor, en la fe, en la esperanza y en el amor. Entonces vivirás en la verdad y esa, sacerdote, será tu paz, para que la lleves a todos los rincones del mundo.