PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – PEDIR CON FE
«Pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y se te abrirá, porque al que pide se le da, el que busca encuentra y al que llama se le abre» (cfr. Mt 7, 7-8).
Eso dice Jesús.
Sacerdote: si quieres ser obediente, pide, porque eso te manda tu Señor.
Pide con generosidad para que tu Señor te dé a manos llenas, porque Él no se deja ganar en generosidad.
Pídele y te dará más de lo que tú le pidas, si pides con fe, porque pedir con fe es una alabanza, es reconocerte pequeño ante tu Dios, y reconocer tu impotencia ante su omnipotencia.
Pide, sacerdote, y disponte a recibir. Pero aprende a pedir.
Pide cosas buenas que te hagan crecer en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Pide para ti, reconócete necesitado, humillado, despreciado, perseguido, burlado, calumniado, juzgado, débil, frágil, y preséntate así, con las manos extendidas, esperando recibir con confianza, con firmeza, sin vacilar, convencido de que tu Señor te escucha y todo lo que tú le pidas te lo dará.
Sacerdote: reconócete indigno. Pero, a la vez, pide con dignidad, porque tú eres hijo, y el Padre te ha prometido su heredad.
Pide sabiendo que no solo eres hijo, sino que estás configurado con el Hijo al que sirves, y para quien todo lo que pides se convertirá en obras que glorifiquen su nombre.
Sacerdote: hay ovejas que no son de tu redil. El Señor te manda buscar a todas, también a esas.
Pide, sacerdote, humildad, para llamarlas, para acogerlas, para hacerlas tuyas.
Pide, sacerdote, el don de fortaleza, para que obres siempre con misericordia en la verdad, y que perseveres en tu misión, alcanzando para ti y para ellas la santidad.
Pide, sacerdote, el don de sabiduría. Pero pídela convencido de que te será concedida. Y úsala bien.
Pide, sacerdote, el don de consejo, para que atraigas a las almas al camino del bien.
Pide, sacerdote, el don de ciencia, para que, con discernimiento, ayudes a cada una, dándole lo que necesita, sabiendo que no puedes darle a todas lo que te pidan, porque no todas saben pedir. Pide tú por ellas, sacerdote, y haz lo que el Espíritu Santo te diga.
Pide, sacerdote, el don de piedad, para que tu misericordia llegue a todos los rincones del mundo, en tiempo y en forma, según su necesidad.
Pide, sacerdote, el don del entendimiento, para que contemples los misterios de tu Señor, y sepas aplicar a tu vida sus enseñanzas y todo lo que Él te da.
Pide, sacerdote, el don del temor de Dios. Pide mucho, sacerdote, este don, porque, teniendo temor de Dios, sabrás pedir para ti todo lo que necesitas para permanecer en Él, para servirlo, para complacerlo amándolo por sobre todas las cosas y amando al prójimo como Jesús los amó, porque es así como tú sirves y no te separas de tu Señor.
Pide, sacerdote, la disposición de tu corazón, para abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, para recibir los dones y las gracias que Él te quiere dar, pero que tu soberbia no te permite recibir.
Estás limitando la gracia. Date cuenta de que lo que Él quiere darte es mucho más de lo que tú mereces, pero también es mucho más de lo que tú crees que necesitas.
Sacerdote: para ser el primero debes hacerte último y suplicar la misericordia de tu Señor, arrepintiéndote y pidiendo perdón, recogiendo las migajas que caen de la mesa de los que tienen fe, de los que piden sabiendo que se les dará.
Pide, sacerdote, con fe, pide con insistencia y con esperanza, y confía en la bondad, en la misericordia y en el poder de tu Señor, porque está escrito que al que pida, se le dará, el que busque encontrará y al que llame se le abrirá.
Tu Señor es la verdad, tu Señor es la Palabra y no puede contradecirse a sí mismo.
Que esa, sacerdote, sea tu confianza, sea tu esperanza, y sea tu fe.