PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL SACERDOTE SEÑAL DE SALVACIÓN
«Muchos son los llamados, pero pocos son los elegidos» (Mt 22, 14).
Eso dice Jesús.
Sacerdote: tú has sido llamado, y has sido elegido, para santificar, para regir y para enseñar a los hombres.
Has sido elegido para ser señal de misericordia, signo del amor que Dios ha manifestado a los hombres, porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.
Tú eres, sacerdote, señal de unión entre Dios y los hombres, señal de fidelidad, de fe, de esperanza, de confianza, de caridad.
Tú eres, sacerdote, señal de salvación, porque tú muestras el camino, la verdad y la vida, que es Cristo.
Pero, si tú, sacerdote, no crees, ¿quién creerá?
Si tú no tienes fe, ¿quién tendrá?
Si tú no tienes esperanza, ¿cuál será la esperanza para los demás?
Y si tú, sacerdote, no confías en tu Señor y en su omnipotencia y su divina providencia, ¿quién tendrá confianza?
Y si tú, sacerdote, no manifiestas tu fe con obras de caridad y de misericordia, ¿quién lo hará?
Sacerdote: tú eres señal para que otros hagan el bien, para conducirlos, para guiarlos, para enseñarlos.
Pero, sacerdote, al pueblo se le santifica, se le rige y se le enseña con el ejemplo.
Santifícate primero tú, sacerdote. Camina por el sendero justo haciendo honor al nombre de tu Señor, y aprende de Él, y actúa y obra como Él, porque no es más el discípulo que su maestro.
Cree, sacerdote, en tu Señor, y acepta la verdad que te ha sido revelada a ti primero, para llevarla a los demás, y hazla tuya, porque a ti te ha llamado y te ha elegido primero, y has sido puesto como signo de contradicción, como Él, para poner al descubierto las intenciones de muchos corazones, para transformarlos, para conducirlos, para enseñarlos, para guiarlos, para santificarlos, a través de la verdad.
Cree, sacerdote, en la Palabra de tu Señor. Conviértete tú primero. Escucha y cree en el Evangelio. Esa, sacerdote, es tu ley. Esa, es la Palabra de tu Señor, y Él es quien te santifica, te rige y te enseña.
Cree, sacerdote, demuestra tu fe, y no pidas más señales que las que ya te ha dado Él.
¿Acaso necesitas una señal más grande que la cruz de tu Señor, en la que Él mismo ha sido crucificado para perdonar tus pecados y lavar tu alma con su preciosa sangre?
¿Acaso necesitas otra señal?
Busca las señales que pides, remando mar adentro. Encuéntralas en el interior y en la intimidad de tu corazón.
Tú eres, sacerdote, la señal que el mundo pide, para creer en el poder y en el amor del único Rey de reyes y Señor de señores, que ha venido al mundo, no a abolir la ley y los profetas, sino a darle cumplimiento.
Tú eres, sacerdote, la señal que buscan los que no tienen fe, los que no creen, los que persiguen, calumnian, difaman, juzgan, critican, destruyen, y no aceptan la institución de la Iglesia que el mismo Cristo fundó, ni la roca sobre la que Él construye su Iglesia, porque no son ovejas de su redil.
Tú eres, sacerdote, la señal, para que ellas también sean parte de su rebaño, porque Él no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores, y también a ellos los ha venido a llamar.
Que seas tú, sacerdote, la señal del amor y de la misericordia de tu Señor.
Pero, sacerdote, si tú odias a tu hermano, más te valdría primero reconciliarte con él. No sea que santifiques, rijas y enseñes a tu rebaño, reuniéndolo en el redil, y tú te quedes fuera. Porque, ¿de qué te sirve, sacerdote, salvar al mundo entero, si no te salvas a ti mismo?
Permanece en la barca de tu Señor, como señal de salvación.
Tú eres señal, sacerdote, porque tú eres la luz del mundo.
Brilla, sacerdote, para que:
─ cuando te vean a ti, lo vean a Él;
─ cuando te escuchen a ti, lo escuchen a Él;
─ y cuando acudan a ti, sea Él y no tú, quien los santifique, quien los rija y quien les enseñe.
Entonces el mundo verá señales.