16/09/2024

Mc 10, 32-45

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – EL CALIZ DE LA ENTREGA

«¿Podrán beber del cáliz que yo he de beber?».

Eso pregunta Jesús.

Eso te pregunta a ti sacerdote. Y tú, ¿qué le respondes?

Ese es tu llamado, sacerdote, para ser como Él, Cristo, y tener sus mismos sentimientos.

Y tú, sacerdote, ¿estás dispuesto?

El llamado es todos los días, la pregunta es constante, y ¿cuál es tu respuesta, sacerdote?

Él te dice “sí, beberás de mi cáliz”. Pero respeta tu libertad, y espera que lo hagas por tu propia voluntad, pero no con tus propias fuerzas, porque no puedes. Te falta la gracia, y la gracia te la da tu Señor, si tú la pides, si tú la quieres, si abres tu corazón y la recibes.

Para beber del cáliz de tu Señor necesitas mucho valor, pero necesitas también mucha humildad, y un fuerte querer.

El cáliz de tu Señor es amargo. Pero, cuando lo pruebas, en tu boca se vuelve miel, dulce, suave, se convierte en tu delicia, si lo bebes con Él.

El cáliz de tu Señor es de servicio, de entrega, de renuncia, de aceptación a la voluntad de Dios, de cruz; pero de alegría, porque a tu Señor se le sirve con alegría todos los días.

Bebe, sacerdote, bebe con confianza. Bebe hasta la última gota que por Él ha sido derramada.

Es su Sangre la que has de beber.

Sangre que purifica, que sana, que salva, que une, que te diviniza.

Sangre que es bebida de salvación.

Ese es, sacerdote, el cáliz que te pide beber tu Señor, para hacerte suyo, para configurarte con Él, para que hagas sus obras y, a través de ti, actúe Él, para conquistar, para convencer, para salvar a todas las almas, que es a lo que ha venido Él.

Haz conciencia, sacerdote, y responde a su pregunta: ¿puedes beber del cáliz, del mismo cáliz que bebe Él?

Entonces sirve a los demás, como los ha servido Él.

Ama a los demás, como los ha amado Él.

Entrega tu vida a los demás, como la ha entregado Él.

Pide perdón y haz penitencia por los pecados de los demás, como lo hizo Él.

Ofrécete sacerdote, como ofrenda viva, unido a la Sagrada Eucaristía, porque eso es beber del mismo cáliz que ha bebido Él, amando hasta el extremo.

Busca tu grandeza, sacerdote. Tu grandeza está en Él.

Imita a tu Maestro, sacerdote. Tu Maestro es Él.

No tengas miedo, porque tú no estás solo. Él es tu amigo, Él te invita, Él brinda contigo, tú bebes con Él. Él está contigo todos los días de tu vida, hasta el fin del mundo.

Confía, sacerdote, y bebe. Pero ten cuidado, analiza tu conciencia, y exponle tu corazón, humillándote y pidiendo perdón, para que su bebida sea tu salvación y no tu propia condena.

Obedece, sacerdote, a tu Señor, y sirve a la Santa Iglesia; porque esa, sacerdote, es tu misión.

Hazte último, como último es tu Señor. Hazte pequeño, como pequeño se hizo tu Señor, para que seas grande como Él, y seas primero, como primero es Él.

Entrégate completamente, sacerdote, y bebe, para que no se haga tu voluntad sino la suya.