PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – HACER LA VOLUNTAD DE DIOS
«Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies».
Esa es Palabra de Dios.
Y tú, sacerdote, ¿crees?
Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, y ha sido coronado como Cristo Rey del Universo. Y le ha sido otorgado todo el honor, el poder y la gloria, porque Él fue enviado al mundo, y siendo Dios se anonadó a sí mismo, y se hizo hombre, nacido de una mujer, de la estirpe de David, para ser llamado Hijo de Dios, Hijo de hombre, Hijo de David, para ser coronado con la corona de la burla, y ser crucificado, para ser llamado Rey de los judíos, cumpliendo con su misión, derramando su sangre hasta la última gota, para el perdón de los pecados de los hombres.
Tu Señor enseñó en las sinagogas y en el Templo, hizo milagros, transformando el agua en vino, expulsando demonios, curando ciegos y enfermos.
Tu Señor hizo el bien, y fue perseguido por sus enemigos, despreciado y apedreado, desechado y desterrado hasta de su propia tierra, y se escandalizaban de Él. Pero Él les dijo: no hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.
Y les enseñó a sus amigos que hay que obedecer primero a Dios antes que a los hombres, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Y tú, sacerdote, ¿buscas hacer la voluntad de Dios? ¿La conoces? ¿La obedeces?
¿Te mantienes firme a sus mandatos, aplicando su Palabra a tu vida?
¿Atiendes los deseos de su Madre, haciendo lo que Él te diga?
Permanece atento, despierto, en oración, con la lámpara encendida, para que escuches su voz, y haz lo que te diga tu corazón, en perfecta conciencia y con rectitud de intención.
Entonces verás milagros.
Abraza la fe, sacerdote, con visión sobrenatural, escuchando el llamado de tu Señor, y siguiéndolo, haciendo sus obras y aún mayores, con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo.
Tu Señor es verdadero Dios, y se ha abajado a ti, haciéndose hombre, para ser en todo igual a ti, menos en el pecado, para ser verdadero Dios y verdadero Hombre.
Y te ha llamado, y te ha elegido, para hacerte en todo igual a Él, aunque cometas pecado, porque Él te ha consagrado, y ha elevado tu dignidad a su divinidad, y te ha hecho sacerdote.
Y tú, sacerdote, ¿crees esto? ¿Lo entiendes? ¿Lo vives en conciencia? ¿Lo agradeces? ¿Correspondes?
¿Sigues las inspiraciones del Espíritu Santo? ¿Lo obedeces?
Tu Señor, que ha sido crucificado, muerto y sepultado, ha resucitado, y ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para que el Espíritu Santo te sea enviado, y te enseñe y te recuerde todas las cosas.
Tú eres sacerdote, y tienes la gracia de Dios para escuchar su voz.
Permanece en oración, pidiendo su luz para un justo discernimiento en cualquier situación, y acude a la ayuda de los santos y a la intercesión de la Madre de tu Señor, para callar el ruido del mundo, para rechazar cualquier distracción y todo apego que te cause tentación, y que te impida escuchar con claridad la voz de tu Señor, que te ha llamado, que te ha elegido, y tú lo has seguido, para hacer su voluntad.
Pídele a tu Señor que te libre de tus enemigos, y los ponga bajo tus pies, sometidos al poder de tu Señor, que Él mismo te ha concedido.
Tú eres sacerdote, profeta y rey, hijo de Dios, hijo de David, Cristo vivo, escogido de entre el linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para que pregones las maravillas de Aquel que te llamó de las tinieblas a su admirable luz.