16/09/2024

Mc 3, 13-19

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – ELEGIDOS

«Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos» (Mt 22, 14).

Eso dice Jesús.

Sacerdote: tú has sido llamado y también has sido elegido.

Agradece a tu Señor.

Sacerdote: confía en el llamado de tu Señor, deja todo, niégate a ti mismo, toma tu cruz y síguelo, porque para eso te llamó y te ha dado una cruz en la que Él ya está crucificado.

Únete tú, porque el sacrificio ya está hecho, sacrificio que es una Nueva Alianza perfecta entre Dios y los hombres.

Su nombre es Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

Es Él el que te ha llamado como a muchos, y es Él el que te ha elegido como a pocos, y te da la libertad para seguirlo, y te da la libertad para abandonarlo, y te da la libertad y la voluntad para quedarte con Él cuando todos se han ido.

Eres tú, sacerdote, el elegido, y de ti depende acompañarlo o abandonarlo, sabiendo que, para acompañarlo, necesitas la gracia, porque lo fácil es abandonarlo.

Pide, sacerdote, la gracia para decirle sí, para dejarlo todo, para tomar tu cruz y para seguirlo en la fidelidad de su amistad, que Él te ha dado de manera irrevocable, porque no eres tú quien lo eligió a Él, es Él quien te ha elegido a ti, y te ha nombrado y te ha transformado en sacerdote, como Él, y es Él quien te da la gracia para perseverar y mantenerte en su amistad.

Pero tienes que querer.

Sacerdote: tienes que luchar por ese querer, pidiendo fortaleza en tu voluntad para utilizar bien tu libertad.

Sacerdote: eres tú quien representa esa alianza por la que Dios manifiesta a su pueblo, con la vida de su Hijo, con su pasión y muerte en la cruz, y con su resurrección, que Él es su Dios y ellos son su pueblo: una sola alianza perfecta para reunir a su pueblo en un solo rebaño y con un solo pastor, en un solo pueblo santo de Dios.

Sacerdote: tú has sido elegido entre los doce para construir la Iglesia de Cristo, para conformar el cuerpo del cual Él es cabeza. Pero te da oportunidad de decidir de acuerdo a tu libertad, y con toda tu voluntad creer que aquel que te ha llamado y te ha elegido, es el Hijo único de Dios; aceptar que Él, siendo Dios, se hizo hombre, para ser en todo como tú, excepto en el pecado. Y siendo sacerdote te comprende, porque ha padecido los mismos sufrimientos que tú, y te da la libertad para decidir seguirlo, y te da una cruz para configurarte con Cristo, por Él y en Él, a través de su único y eterno sacrificio, en ofrenda y sacrificio, para ser pan vivo bajado del cielo a través de tus propias manos.

Sacerdote: participa en el misterio de la salvación entregando tu voluntad a Dios, con la libertad que Él te dio.

Adora, sacerdote, a tu Señor, y nunca lo traiciones.

Permanece en su amistad, porque para eso te ha dado la libertad: para elegir siempre el bien por encima del mal. Y te ha dado la gracia de discernir cuál es su voluntad para obrar el bien y rechazar el mal.

Pero si un día, sacerdote, te equivocas, y caes en la tentación, si decides usar tu libertad a traición, arrepiéntete, confiesa tu pecado, y pide perdón a otro, que, como tú, le ha sido dado el don de ser Cordero y ser Pastor, para perdonar los pecados del mundo a través de la absolución de aquel al que tú y él, por su propia voluntad y en plena libertad, aceptaron ser: el Cristo sumo y eterno sacerdote.

Porque tú, sacerdote, no solo eres como Él, no solo debes parecerte a Él, no solo lo representas. Date cuenta, sacerdote, configurado estás con Él, y juntos son una sola cosa.

Acepta, sacerdote, que has sido llamado y has sido elegido para ser el Cristo, el sacerdote, el ungido, al que Dios le ha dado el poder, por sus benditas manos, de ser aquel que perdona, que redime, que santifica, que salva, que alimenta a su pueblo con su Pan y con su Palabra, el que hace efectiva la alianza a través de derramar de sus benditas manos el agua de la gracia, bautizando con el Espíritu Santo, afiliando a los hombres a Dios, haciéndolos hijos a través del único y eterno sacrificio de Cristo, en el que participas cuando aceptas hacer la voluntad de Dios, y cumples tu ministerio en perfecta libertad, por tu propia voluntad.

Sacerdote: elige tú: ser traidor o ser salvador.