16/09/2024

Mc 5, 21-43

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LEVANTAR LA FE DORMIDA

«¡Talitá kum!».

Eso dice Jesús.

Eso te dice a ti, sacerdote: tú eres la niña de sus ojos.

Es tu alma en quien Él pone su confianza, porque la hace suya, porque tú, sacerdote, has escuchado y has demostrado fe.

Tú le has dicho sí, y has dejado casa, padre, madre, hermanos, hijos, tierras, y te has despojado de ti mismo para tomar tu cruz y seguir a Jesús.

¡Talitá kum!, sacerdote.

Eso es lo que te dice tu Señor cada día que te levantas, cuando sale el sol, que te indica que has pasado la noche oscura, y es tiempo de levantarte y caminar.

¡Talitá kum!, sacerdote.

Tu fe es esa niña, que no está muerta, está dormida.

La fe en la que perseveran los fieles de tu rebaño fortalece con sus oraciones la tuya.

Basta que ellos tengan fe, para que tú, sacerdote, fortalezcas la tuya, para que abras tus oídos y escuches la voz de tu Señor, que te dice: ¡Talita kum!, y obedezcas, sacerdote.

No te culpes ni te avergüences por haber debilitado tu fe.

Aquí está Él para salvarte, aquí está Él para levantarte.

Solo tienes que querer, solo tienes que escuchar su voz y obedecer, y levantarte, y alimentarte de Él, porque Él es tu fuerza, en Él pones tu confianza y su amor en ti se manifiesta.

Confía sacerdote en tu Señor. Él es el sol de tu vida, Él es la verdad, Él es el camino, Él es, sacerdote, la luz que te ilumina cuando caes perdido en la oscuridad de la noche profunda y oscura, que te abraza y te hunde, encadenado en la miseria de tu humanidad, alejado de la amistad de la divinidad, que es Cristo.

Sacerdote ¡levántate y anda!, porque cuando tú te humillas y te reconoces pecador, tu Señor te llama, te habla y te levanta, porque en ti y en tu humillación lo único que Él ve es a la niña de sus ojos, que se llama fe.

¡Pide sacerdote esa fe!

Pide con insistencia la intercesión de los santos y la compañía de la intercesora más grande entre tú y Dios, que es María, tu Madre.

Entrégate en el calor de sus brazos mientras pasa la noche, para que puedas permanecer dormido en el calor de su regazo y no mueras de frío, mientras confiesas toda tu verdad a aquel que todo lo sabe, todo lo cree, todo lo soporta y todo lo perdona, porque Él es el amor, y brille en ti la luz del sol que te llame y te diga “amigo mío, tú fe te ha curado, vete en paz”.

No hay nadie que pueda levantarse si no está caído; no hay nadie que pueda despertarse si no está dormido; no hay nadie a quien pueda perdonarse, si pecado no ha cometido.

Sacerdote no tengas miedo, sino confianza en tu Señor, y en la fidelidad de su amistad, en el amor que manifiesta el abrazo misericordioso del Padre.

Sacerdote: esta es una invitación para que, si estás caído, estires tu mano con la confianza de tocar a tu Señor, y de obedecer inmediatamente cuando Él te diga que te levantes, cuando Él te conceda su perdón, cuando te arrepientas sinceramente y humilles tu corazón.

Entonces Él reparará tus fuerzas, porque Él es el Buen Pastor que viene a buscarte. Ha dejado a todos para encontrarte, porque Él no viene a buscar a justos, sino a pecadores.

Permite sacerdote a tu Señor que recupere lo que tanto ama, lo que tanto busca, lo que tanto espera.

Ayúdale, sacerdote, a encontrar a la niña de sus ojos que vive en ti y que a través de ti es la salvación para su pueblo, porque Él ha consumado en ti la fe, y por ti será confirmada en cada uno de los fieles de tu rebaño.

Levántate tú y camina, porque ellos escuchan tu voz y te siguen.

Levanta a tu pueblo sacerdote y aliméntalo, condúcelo a tu Señor, manifiesta tu fe y muestra su presencia viva en ti, y en la santa y sagrada Eucaristía, porque ¡Cristo vive!, porque Cristo, que ha muerto, ¡ha resucitado!, y se hace presente a través de tus manos, a través de tu voz, a través de la voluntad que le entregas a tu Dios, que es Todopoderoso, y en tus humildes y pecadoras manos pone su confianza: el Cuerpo y la Sangre del Cristo vivo, para que alimentes a las almas, las niñas de sus ojos, que tú, sacerdote, con tu fe levantas.

¡Talitá, kum!

Eso te ordena tu Señor.

Sacerdote: tu fe no está muerta, está dormida.

¡Levántate!