PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – CONDUCIR HACIA LA VERDAD
«Si se mantienen en mi palabra serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Jn 8, 31-32).
Eso dice Jesús.
Y te hace no solo discípulo, sino amigo, si tú haces lo que Él te manda.
Tu Señor es tu maestro, sacerdote, y te enseña a través de la Palabra, pero también con su ejemplo, a permanecer firme ante la tribulación y el sufrimiento. Pero te dice: yo te ayudo, y te da la fuerza y te da el valor, y te da la gracia. Pero sobre todo te da el amor, para perseverar y ganar todas las batallas.
Tu Maestro te enseña que su Palabra es la verdad, y permanecer en ella te da la libertad para actuar de acuerdo a su divina voluntad, alcanzando la plenitud en esta vida, y la vida eterna.
Tu Señor es tu maestro, sacerdote, tu pastor, tu guía, tu consejero, tu mejor amigo, la mejor compañía. En Él todo se consuma y se transforma en alegría.
Tu Señor es tu maestro, sacerdote, y te enseña a predicar su Palabra y a ponerla por obra, permaneciendo fiel en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, y a cualquier hora, confirmando tu fe, dando testimonio de que no eres tú, sino el Espíritu Santo, quien obra.
Tu Señor espera de ti, sacerdote, que seas paciente con los errores de la gente que se equivoca, porque no conoce la verdad. Pero también te pide que la aconsejes, que la guíes y la conduzcas a esa verdad, rompiendo las cadenas que los atan al mundo de mentira y de maldad, construyendo, a través de los sacramentos, un mundo de bondad y de paz.
Y tú, sacerdote, ¿predicas la verdad?
¿Enseñas los mandamientos con firmeza y claridad, a pesar de las consecuencias y los estragos que pueda causar en contra de tu propia vida?, ¿o tienes miedo de anunciar el Evangelio, y pones en riesgo tu integridad y tu fidelidad por salvar tu vida?
Persevera, sacerdote, en tu entrega, acercándote a la verdad todos los días, porque cada día es una oportunidad de convertir tu corazón y los corazones de los demás, acercándolos al conocimiento de la verdad, que es Cristo, el Hijo único de Dios, el Mesías, el Libertador, el Salvador, el Redentor, el que es, el que era y el que vendrá, el Rey del universo, Señor de los ejércitos, y Príncipe de la paz, el alfa y la omega, el principio y el fin, el Buen Pastor que conduce a sus ovejas para hacerlas descansar.
Tu Señor es tu maestro, sacerdote, y te enseña que nada es lo que parece, y te pone como modelo a Juan el Bautista, que fue privado de su libertad por predicar la verdad, para encontrar la verdadera libertad en el martirio, que le alcanzó la santidad.
Tu Señor te envía, sacerdote, a ser como la voz del que clama en el desierto: rectifiquen el camino del Señor. Pero te dice: tú primero, para que tu voz predique con el ejemplo.
Escucha la voz de tu Señor, sacerdote, porque está a la puerta y llama. Tú eres el precursor que anuncia su llegada, aunque no seas digno de desatarle la correa de sus sandalias. Esa es la verdad, sacerdote, y si tú le abres la puerta, Él entrará a tu casa, y cenará contigo, y tú con Él. Entonces habrás vencido, y te concederá sentarte con Él en su trono, como Él también venció y se sentó en el trono con su Padre.