16/09/2024

Mc 6, 53-56

PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – TOCAR A JESÚS

«Yo soy la resurrección. El que crea en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Juan 11, 25).

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

Cristo está vivo y es Eucaristía.

Tú tienes, sacerdote, en tus manos, la vida.

Mira sacerdote: tú has hecho bajar el pan vivo del cielo. Contempla el cuerpo y la sangre de Cristo crucificado y muerto, pero que ha resucitado para dar vida al mundo a través de tus benditas manos.

Cree esto, sacerdote, pero no creas que el poder viene de ti, y no pienses que tu sabiduría es de los hombres. Tú eres un instrumento sagrado para que Dios se haga presente en medio de la gente, y Él mismo los conduzca a la vida eterna, transformando sus vidas, con su poder y su sabiduría.

El que cree esto tiene fe, y todo el que tenga fe y crea que Cristo es el Hijo de Dios, que ha venido al mundo para salvarlo, tendrá vida eterna.

Sacerdote: ¿crees esto?

Esta es la verdad que tú debes comunicar para reunir al pueblo de Dios en un solo rebaño y con un solo Pastor.

En tus manos, sacerdote, está Cristo, el Buen Pastor.

Él es tu Maestro, tu guía, Él es tu Señor.

A Él lo reconoce la gente. Mira cómo vienen, mira cómo todos doblan sus rodillas cuando tú pronuncias su Nombre.

Mira, sacerdote, la fe de la gente, mira cómo creen.

Y, tú, sacerdote, ¿crees?

¿De qué te sirve, sacerdote, salvar al mundo entero si tú te pierdes?

Fortalece, sacerdote, tu fe, con la fe de ellos.

Reconoce tu debilidad y tu incredulidad, y pídele a tu Señor que aumente tu fe, para que creas en lo que tú mismo predicas, para que hagas lo que tú mismo mandas, para que vivas la palabra que sale de tu boca cuando lees el Evangelio y lo explicas.

Escucha, sacerdote, tus palabras, que son las palabras de tu Señor, y ponlas en práctica, y reconoce, sacerdote, lo que te falta, y pídelo, porque todo lo que tú pidas en el nombre de Jesús te será concedido.

Sacerdote: si tienes fe, participa del banquete celestial, y comulga de verdad con verdadera devoción, con verdadero arrepentimiento, con verdadero amor, porque ese que tienes en tus manos y que elevas para que el mundo vea, es tu Dios, que se humilla ante ti haciéndose el más pequeño, y siendo el primero se hace último, porque Él es el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.

Sacerdote: ¿crees esto?

Confía en la voluntad divina y haz todo lo que Él te diga. Entonces verás milagros con solo tocarlo, y tú, sacerdote, lo tocas todos los días con tus benditas manos.

Come y bebe, sacerdote. Aliméntate de Él. Alimenta a tu pueblo. Eso es lo que quiere Él.

Dios goza viendo la fe de la gente, pero sufre cuando tú dudas de Él.

Cuando la noche oscura te sorprenda, y se apoderen de ti las tinieblas de la duda, busca la luz; busca, sacerdote, a Jesús.

Cuando eleves su Cuerpo, cuando tengas su Sangre entre tus manos, reconócete pecador. Humíllate, sacerdote, ante tu Señor, y pide ser curado de tu mezquindad; y pide fe, porque tu Señor está esperando que tú le pidas y que le demuestres que quieres, con toda tu voluntad, recibir todo lo que Él te quiera dar.

Adora, sacerdote, a tu Señor, en la Eucaristía, porque tus manos y tu voz tienen el poder de tu Dios para bajar el pan vivo del cielo, aunque a ti te cueste creer, aunque a ti te falte fe.

Porque ahí está la gente esperando a su Señor para tocarlo con su boca, para recibir de tus manos el alimento sagrado para ser curados. Porque todo el que tiene fe, y el que cree en la Eucaristía, no morirá jamás, será sanado, liberado, consolado, y llevado a la Patria Celestial, a través de tus benditas manos.

Sacerdote: ¿crees esto?