PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – FIDELIDAD A LA IGLESIA
«La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular».
Eso dice Jesús.
Y tú, sacerdote, ¿construyes sobre esa piedra?
El centro de todo es Cristo.
¿Tu vida gira en torno de ese centro, sacerdote?
¿Te has dado cuenta que ese centro está en ti?
¿Procuras, sacerdote, mantenerte firme, sabiendo que de ti depende la construcción del Reino de Dios?
Mantente firme, sacerdote, ante la tempestad, ante la tribulación, ante la tormenta, ante los vientos fuertes, sosteniéndote en la fe de que lo que has construido no es sobre arena, sino sobre roca, porque tú cumples la voluntad de Dios, y tus fuerzas no son tuyas, las fuerzas que te sostienen vienen de tu Señor.
Cristo es el centro de tu vida, sacerdote, el centro de la Iglesia y la piedra angular, representada por la roca que es el Supremo Pastor, el Vicario de Cristo en la Tierra, el Romano Pontífice, el Papa, a quien debes fidelidad y lealtad, para servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.
¿Lo obedeces? ¿Lo sigues? ¿Lo defiendes? ¿Lo ayudas?
¿Luchas las batallas con él?
¿Estás con él o estás contra él?
¿Recoges con él, o desparramas?
¿Obras según la voluntad de los hombres, o caminas seguro en la voluntad de Dios?
¿En dónde tienes puesta tu fe, tu esperanza y tu amor?
Rectifica tu camino, sacerdote: el centro de todo es Cristo.
Recurre, sacerdote a la oración, pidiendo la luz al Espíritu Santo para un justo discernimiento de la voluntad de Dios.
Pide al Padre su ayuda en nombre de su Hijo Jesucristo, para que hagas sus obras y aún mayores, porque para eso has sido llamado, para eso has sido elegido, y para eso lo has seguido.
Fortalece tu voluntad, para unirla a su voluntad: primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en “tercer lugar”, acción.
Pide al Espíritu Santo que actúe en ti, para que no tomes a la ligera el llamado que escuchas dentro de ti para hacer sus obras, y tengas el valor de enfrentar las tormentas, las tribulaciones, los vientos fuertes, las persecuciones, las asechanzas del demonio y sus tentaciones, permaneciendo firme, construyendo sin miedo, sobre la piedra que desecharon los constructores y ahora es la piedra angular, porque el centro de todo es Cristo.
Permanece dócil a la acción del Espíritu de Verdad y a sus inspiraciones, protegido bajo el manto de la Madre de Dios que nunca te abandona, y de los ángeles y de los santos, que interceden por ti, para que tú, hagas sus obras.
No digas después, mañana… ¡ahora! No sea que el mañana te falte.
El viñador está pronto a venir. Y tú, sacerdote, ¿pretendes guardar sus frutos para ti, o estás dispuesto a compartir con el mundo entero los frutos que Él mismo ha cosechado a través de ti?
El centro de todo es Cristo. Por tanto, en el mundo, el centro de todo eres tú, sacerdote. Y el mundo es atraído al Padre a través de ti.
Tan grande es tu misión, tan grande es tu responsabilidad, tanto es lo que tienes que enseñar, para que aprendan a caminar, pero uno solo es el camino.
Cristo es el centro de todo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y es Eucaristía.