PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – QUEDARSE CON JESÚS
«Sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
Eso dijo Jesús.
Y lo dijo antes de subir al cielo.
Y se lo dijo a los Apóstoles, que lo escucharon y le creyeron.
Tu Señor estuvo con ellos, y con los que lo siguieron después de ellos, como está contigo, sacerdote. Y tú, sacerdote, ¿le crees?
Y así como Él está contigo, ¿tú estás con Él?
Tu Señor es tu amigo. Y tú, sacerdote, ¿eres un amigo fiel?
Tu Señor está contigo. Permanece tú con Él. No mirando al cielo, viendo que se ha ido, sino haciendo sus obras, seguro de que Él está contigo.
Tu Señor te ha llamado, y te ha elegido, y te ha enviado a bautizar a su pueblo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
No le digas que no sabes hablar, y eres tan solo un muchacho, porque allá a donde te envíe irás, y todo cuanto te ordene lo dirás.
Tu Señor te dice “no les tengas miedo, que yo estoy contigo para salvarte”.
Y tú, sacerdote, ¿le crees?
Tu Señor te ha dicho: “yo te envío para que seas mi testigo”, y ha puesto sus palabras en tu boca.
A Él le ha sido dado todo el poder en los cielos y en la tierra. Y con ese poder te envía a predicar el Evangelio por todo el mundo, para que crean en Él, y con ese poder te envía a todas las naciones, para arrancar y abatir, para destruir y arruinar, para construir y plantar.
Pero tu Señor, que ha sido en todo igual a ti, menos en el pecado, conoce tu debilidad, tu fragilidad, tu incapacidad, tu miseria, tu maldad, tu concupiscencia, tu impotencia, tu ignominia, tu infidelidad, tu soberbia, tu egoísmo, tu falta de generosidad, tu fe debilitada, tu esperanza atribulada, tu falta de paz, tu miedo, tu angustia, tu temor a la soledad que te lleva al desánimo y a la inseguridad, que da cabida a la duda y a la incredulidad.
Te comprende, te compadece, porque te entiende, y sabe que, a pesar de ser un pecador, tú tienes mucho amor, y eso le basta, porque un corazón contrito y humillado Él no lo desprecia.
Tu Señor te conoce, sacerdote, y sabe que tú solo no puedes, pero que quieres lo que Él quiere, que quieres porque Él quiere, que quieres como Él quiere, y que quieres cuando Él quiere.
Esa es la disposición que te mantiene configurado con tu Señor, en un mismo espíritu, y en un solo corazón, por el Espíritu Santo que se ha derramado en ti, porque lo amas.
Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para ser glorificado con la gloria que tenía junto a Él, antes de que el mundo existiera.
Y a ti, sacerdote, de esa gloria te hace parte, y te envía a hacer sus obras y aún mayores, para que sea glorificado el Padre en el Hijo.
Por tanto, sacerdote, tu Señor glorifica al Padre a través de ti.
Tu Señor, que ha venido al mundo a morir por ti, para salvarte, ha resucitado, y ha subido al Padre, para enviarte al Espíritu Santo que te une a Él, y te hace uno con Él, porque tu Señor ha venido al mundo para quedarse.
Tu Señor se queda contigo, sacerdote, y a través de ti permanece su presencia viva en el mundo, hasta que vuelva.
PARA EXAMINAR LA CONCIENCIA – LA MISIÓN APOSTÓLICA
«Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado».
Eso dijo Jesús.
Eso te dijo a ti, cuando te dio su gracia y su poder, y te hizo sacerdote.
Tu Señor te llamó, y te eligió para ser un enviado de Dios al mundo. Como fue enviado Él, así te envía a ti, sacerdote.
Y te dio una misión para que la cumplas con Él. Es la misión del Hijo de Dios, que ha querido compartir contigo.
Tu misión no es una misión aislada, sacerdote, es la misión del Redentor, que a través de ti es consumada.
Tu misión no es una misión humana, sacerdote, es una misión divina, que solo puedes cumplir con la ayuda de tu Señor, que te envía al Espíritu Santo, para que te dé su gracia y para que te dé el valor.
Tu misión no puede ser retrasada, debe cumplirse hoy, porque de ella depende el destino de muchas almas y su salvación.
Tu misión no puede ser ponderada, sacerdote, no puede calcularse su valor, pero es tan grande como tu responsabilidad, y tan valiosa como el cielo que por ella vas a alcanzar.
Tu misión no puede cumplirla cualquiera, sacerdote, se requiere tu entrega y tu voluntad, unida a la voluntad de tu Señor. Solo así puedes cumplirla con perfección.
Tu misión, sacerdote, es llevar la Palabra de tu Señor a todas las criaturas, para que alcancen en Él la salvación.
Tu misión, es anunciar la Buena Nueva del Reino de los cielos en la tierra, para que crean en Cristo Jesús, y sean bautizados, no solo con agua, sino con el Espíritu Santo.
Tú eres, sacerdote, un instrumento de vida, si eliges cumplir bien tu misión. Pero, si no predicas la Palabra de Dios, ¿cómo harás que el mundo crea?; y si no creen, ¿cómo querrán ser bautizados?
Haz conciencia, sacerdote, de qué tan grande es tu misión, y asume la responsabilidad que adquiriste cuando aceptaste tu vocación.
Tú has sido enviado para que el mundo crea, sacerdote, porque el que no crea y no sea bautizado será condenado.
Tú debes conocer las Escrituras, y creer en el Evangelio, y debes practicar la Palabra con el ejemplo, para que, al predicar, tengas credibilidad, demostrando que eres un discípulo auténtico. Es así, como el mundo te creerá.
Tú eres, sacerdote, un misionero que lleva al mundo la verdad. Pero, para decir la verdad, hay que conocerla primero.
Acércate, sacerdote, a la verdad, y encontrarás en tu misión la libertad.
Tú eres, sacerdote, un apóstol y un pastor, para conducir a las almas a Dios, en un solo rebaño, en una misma fe y por un solo bautismo.
Esfuérzate, sacerdote, por cumplir bien tu misión, para que el pueblo de Dios sea salvado, y no sea condenado, porque a eso has sido enviado por el Crucificado, que ha resucitado, y ha conseguido para el mundo la redención de los pecados, y a ti ha confiado la consumación de su propia misión, para que con Él seas glorificado.
Pero ten cuidado, sacerdote, de no gloriarte si no es en la cruz de tu Señor, por la que el mundo es un crucificado para ti y tú eres un crucificado para el mundo.
Que esa sea tu visión, para que puedas cumplir bien con tu misión.