PERMANECER UNIDOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 19)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 3, 22-30
Si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir.
«Hijos míos: la victoria en el campo de batalla en medio del mundo es a través de ustedes, mis guerreros, poniendo su fe en obras, luchando, protegidos con el arma más poderosa que expulsa demonios y es defensa ante los ataques del enemigo, fortaleza y auxilio: el rezo del Santo Rosario.
La fuerza del ejército de Dios está centrada en la unidad de sus soldados, que luchan no solos, y no por sí mismos, porque ellos no tienen la fuerza, sino que luchan unidos con Cristo, porque Él es el centro, Él es la fuerza, y es con Cristo, por Él y en Él, que el ejército gana para Dios todas las batallas.
Permanezcan unidos a la fuente de vida, que es Cristo, en una sola familia, un pueblo santo de Dios, reunidos en un solo rebaño, cumpliendo la Palabra del Señor, porque un pueblo dividido es un pueblo débil, frágil, fácilmente tentado, acechado y destruido.
Un pueblo dividido es un pueblo en donde falta fe, en donde no hay esperanza, en donde la caridad no se ve. Satanás es la mentira, la división, la enemistad, las cadenas, la oscuridad. Él es quien divide, quien promueve que se alejen del Señor, y que lo abandonen a través de las tentaciones del mundo del pecado, porque lo hace atractivo a los ojos del mundo, que son los ojos de los hombres que están divididos, que no están unidos a Cristo, que no están con Él, sino contra Él.
El que permanece en la presencia del Espíritu Santo, permanece en Dios. Invoquen al Espíritu Santo, para que permanezca en ustedes, porque Él es derramado a los corazones de los que aman a Dios.
A través del bautismo por el Espíritu Santo, los hombres son unidos al Hijo para ser parte de esa Santísima Trinidad, en la que alcanzan la vida para darle gloria a Dios. Y ya no son esclavos sino hijos, y Él se complace en ellos haciéndolos parte de su gloria.
Yo me complazco en ustedes cuando unen todos todo, sus trabajos y cada pequeño sacrificio, al único sacrificio agradable al Padre: el sacrificio de su Hijo amado Jesucristo, en quien tiene sus complacencias. Ustedes han sido elegidos como soldados de Dios para proteger el tesoro de la fe, que une a los hombres a Dios a través del amor».