SER GENTE SENCILLA, ENVIADOS DE PAZ
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 31)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 6, 7-13
Envió a los discípulos de dos en dos.
«Hijos míos: ustedes son enviados del Señor, a hacer en el mundo el bien gratuitamente, como gratuitamente se entrega Él. Acompáñenme y compartan conmigo la sed de todas las almas, porque todos son mis hijos.
No son solo vocaciones las que hacen falta, sino también almas dispuestas con corazones encendidos. A mí me gusta la gente sencilla, que es aquella que, sin importar su riqueza material o su pobreza, tiene abierto el corazón para recibir la gracia de Dios y, con humildad, pone sus bienes materiales y espirituales al servicio del Señor.
Es la que no pierde tiempo en habladurías, sino que pone en obra su fe, escuchando la voz del Espíritu Santo, callando cuando hay que callar, y hablando cuando hay que hablar.
Es la que deja obrar al Espíritu Santo en libertad; la que va a donde Dios la envía, sin fijarse en las pertenencias que debe dejar; a todo renuncia, con tal de ir a predicar la Palabra del Señor, sin importar si a los que predica son ricos y poderosos, o pobres, humildes, ignorantes. Porque lo que ven no es el exterior, sino la sed interior de las almas, que buscan conocer a Dios.
Las almas de la gente sencilla tienen pureza de intención, buscan ser bien recibidas; pero, si no las reciben, sin hacer la guerra, se sacuden los pies en señal de reprobación, y se van, con la paz de su Señor, dejando como advertencia el polvo de sus sandalias, siguiendo de frente en la buena disposición de cumplir su misión.
Ustedes son enviados como misionero de paz. No hay mayor regalo que alguien quiera recibir en su casa, que la paz. Esfuércense por ser bien recibidos a donde van, para que su paz se quede con ellos, y no se vaya con ustedes a otra parte. Entonces habrán cumplido como misioneros, haciendo que el mundo reciba a aquel que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre, y que vino al mundo, pero el mundo no lo recibió».