ABRIR EL CORAZÓN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 41)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 7, 31-37
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
«Hijos míos: es más fácil para los hombres recibir y aceptar calamidades, enfermedades y toda clase de pruebas difíciles, que aceptar la gracia inmerecida de Dios por la cual reciben dones, pero también responsabilidades que los privan de las comodidades y la resignación en la que muchos viven, porque les falta amor.
Se los diré de esta manera: muchos, miles y miles, vienen a verme a mi casita del Tepeyac, y tienen mucha fe, y muchas necesidades. Y tienen mucha humildad, porque reconocen sus miserias, y piden, y piden y piden. Y me dejan sus preocupaciones y sus problemas, y luego se van. Yo soy Madre y concedo, pero muchas son peticiones egoístas, en las que solo buscan su propio beneficio. Muy pocos vienen con el corazón verdaderamente contrito y humillado, por amor a Dios, pidiendo para sus almas la conversión y las gracias que necesitan para llegar a Dios, pero que los compromete a conservarse, esforzándose en el camino a la santidad a través del servicio, poniendo su fe por obra. Y, en cambio, habiendo obtenido o no el bien que han pedido, vuelven a su vida ordinaria, en medio del mundo, sin conservar la gracia. Me piden gracias, pero después no se disponen a recibirlas.
Hijos míos, acepten las gracias que mi Hijo quiere darles gratuitamente, sin merecerlas, sin esperarlas, y con ellas pongan su fe por obra, pidiendo y abriéndose a la gracia y a la misericordia de Dios, que es aceptar y recibir lo que Dios les quiere dar para provecho común.
Pídanle que toque sus oídos y que toque sus lenguas.
Pídanle que toque sus corazones y los abra para recibir, para conservar y para hacer crecer los dones y las gracias que les hacen falta, y que necesitan para reconocer el bien y el mal, para hacer el bien y rechazar el mal.
¡Effetá! No tengan miedo y acepten sus dones.
Abran sus corazones, y permitan que el Espíritu Santo actúe en ustedes y a través de sus obras, de sus palabras y de su misericordia.
Miren que está a la puerta y llama, y si tienen sus oídos abiertos escucharán su voz. Entonces le abrirán la puerta para que cene con ustedes y ustedes con Él.
Jesús abre los ojos y los oídos de los hombres, para que vean el camino, para que escuchen su voz y hagan lo que Él les diga. Él abre sus bocas para que proclamen la buena nueva, para que lleven el Evangelio a todos los rincones de la tierra.
Abran sus almas y déjense llenar del amor de Dios. Acepten su misericordia y su amor, para que puedan cumplir su voluntad, y ábranse a la gracia, fortaleciendo su fe con obras de misericordia».