VIVIR EN FAMILIA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 59)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 10, 1-12
Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.
«Hijos míos: yo soy Madre de la Iglesia. Quiero reunir en torno a mí a todas las naciones que han sido invitadas al banquete celestial de las bodas del Cordero, para que el Espíritu Santo se derrame en sus corazones y les dé la gracia de la fidelidad, para permanecer fieles a sus compromisos.
La Santa Iglesia es la familia, la gran obra de Dios. Es en la familia en donde el amor de Dios se manifiesta en vida, en unión. Es la familia producto de la unión y de la vida. Unión que Dios bendice, vida que Dios engendra para hacer nacer, para hacer crecer, para alimentar, para educar, para amar, para entregarse, para darse, para unirse con Él, mediante la vocación para la cual fue creado.
Solo hay un camino, hijos míos. El camino es Cristo. Solo hay dos maneras de caminar este camino: vocación al matrimonio y vocación al celibato. Unión entre el hombre y la mujer, para ser una sola cosa, y así glorificar a Dios formando una familia, en unidad con Él. Unión entre el hombre o la mujer y Dios, en una entrega por sobre todas las cosas.
Es así como todo fue creado en el principio para la gloria de Dios. Son los necios los que desvían el camino y se apartan de la verdad. Es en el seno de una familia en donde Dios quiso nacer, y crecer, y aprender. Es en donde descubrió su vocación y su naturaleza. Es en donde el amor se manifestó en generosidad y entrega. Es en donde se amó primero a Dios por sobre todas las cosas. Es en la familia en donde el amor de Dios se expresa constantemente en el dar, y en el recibir para volver a dar, sin esperar. Solo se da porque se ama, y se recibe porque se ama.
Es en la familia en donde se aprende a vivir en la virtud, practicando actos de amor y de generosidad, renunciando a uno mismo para servir a los demás. Y si el padre se va, y si la madre se va, ¿en dónde queda el hijo? Es el hijo una responsabilidad adquirida desde la concepción. Es el hijo el fruto de la unión. Es carne de la carne y sangre de la sangre de esa unión. Son los padres responsables de hacer madurar ese fruto para entregarlo a su único dueño, que es Dios.
Que regresen las madres a ser madres, los padres a ser padres, los hijos a ser hijos de Dios, como era en el principio. Es tiempo, hijos, de que tantos que se han desviado regresen al camino. Es tiempo de misericordia, de auxilio, del llamado amoroso del Padre a los hijos, para que vuelvan a casa. Escuchen y atiendan el llamado. Es tiempo».