MCM Mc 9, 41-50
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DAR BUEN EJEMPLO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 58)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 9, 41-50

Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al lugar del castigo.

 

«Hijos míos: me gusta que me digan que soy hermosa. Yo les digo que mi belleza se debe a la gracia de Dios, por quien soy Madre de todas las gracias. Mi rostro es el reflejo de la gracia y la misericordia de Dios, de ahí su hermosura, en la que se nota la pureza, la humildad, la bondad, la inocencia, la magnificencia, la fe, la esperanza, la caridad, la sabiduría, la ciencia, el entendimiento, la perseverancia, la paz. El rostro de Cristo es el rostro de la misericordia. El rostro desfigurado de Cristo crucificado en la cruz es el reflejo del daño que causa el pecado. El rostro de Cristo resucitado es la perfección y la plenitud, alcanzada en la gloria de Dios, que perdona, que santifica, que salva, que da vida eterna. 

Ustedes deben tener vida sobrenatural. Pero algunos se resisten, porque los compromete a comportarse en congruencia y a renunciar a los placeres pasajeros de la vida ordinaria. Ustedes deben vivir la unidad de vida, que es tener los pies en la tierra y el corazón en el cielo, constantemente, uniendo la voluntad humana a la voluntad divina, conscientes de su humanidad imperfecta y de su divinidad consumada en Cristo. Deben aprender a tener vida sobrenatural, porque Dios es sobrenatural. Y a su vez, es lo que ustedes deben enseñar, para que todos los hombres conozcan las verdades eternas y aspiren a la realización de la obra salvadora de Cristo en cada uno. 

Pero ¡ay de aquellos que en lugar de guiar hagan a otros errar el camino! La verdad se enseña con el ejemplo, proclamando la verdad a través de la palabra. Pero, ¿cómo puede enseñar alguien lo que no sabe? Al Señor se le conoce a través de la oración, de su palabra, y de sus obras. Al Señor se le conoce todos los días en las cosas pequeñas, pero hechas con amor, entregando la vida, contemplándolo en medio del mundo, con visión sobrenatural, con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo.

Fortalezcan su fe, permítanse ser renovados, y fórmense, para que caminen en el camino de la verdad, hacia la santidad, y no sean nunca para otros ocasión de pecado».