04/02/2025

MCM Mc 11, 27-33

DEJARSE TRANSFORMAR POR EL PODER DE CRISTO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 69)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 11, 27-33

¿Con qué autoridad haces todo esto?

 

«Hijos míos: el poder de Dios se ha derramado en misericordia y gracia al mundo, a través de un hombre que también es Dios, que tiene la naturaleza humana y tiene la naturaleza de la divinidad. Poder para enseñar con autoridad y sabiduría, porque tiene al Espíritu Santo que lo guía. 

El sacrificio de mi Hijo es único y eterno. Y, aunque vino al mundo y murió, y resucitó de entre los muertos, haciendo nuevas todas las cosas, Dios respetó la naturaleza humana tal como había sido creada en un principio, para su gloria: carne mortal, tentada y probada, para unirse con Cristo en la mortificación, en un solo y eterno sacrificio.

El alma de los hombres ha sido transformada y purificada por el agua del Bautismo, para ser preservada en la pureza sin mancha ni pecado, para unirla a Cristo en una misma ofrenda para Dios Padre, creyendo en que Cristo es su único Hijo –que vino para salvarlos, y darles la vida eterna–, y cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios. Esa es la cruz que deben compartir, en la que deben permanecer y perseverar. Pero esto solo se logra con Cristo. La fuerza es de Él. La fuerza está en el amor y se recibe a través de la oración. Él es el amor, el que ama y el amado.

La oración es dedicar tiempo al amado, pensar en el amado, compartir con el amado, confiar en el amado, entregarse al amado, agradecer al amado, adorar al amado, alabar al amado, disponerse a recibir al amado y a recibir del amado, mirar al amado y dejarse mirar por Él, amar al amado y dejarse amar por Él, descansar en el amado y ofrecerle una morada de descanso a Él. La oración es la unión con el amado. La perfección en la oración se alcanza en una unión indisoluble del alma con su creador.

Permanezcan conmigo al pie de la cruz, orando, adorando, amando, para que, por el poder de la oración, sean como el discípulo amado, a los pies de Jesús, compartiendo su cruz, para que se abandonen en Él, pero que nunca lo abandonen».