03/02/2025

MCM Mc 4, 26-34

SANTIFICAR EL TRABAJO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 23)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 4, 26-34 

El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece.

 

«Hijos míos: construyan el Reino de Dios santificando el trabajo. Todo trabajo agradable a Dios son obras de misericordia: servir a Dios a través del servicio a los hombres, sembrar la semilla y dejar a Dios hacer.

El trabajo une a los hombres en obras, que son oportunidades para derramar la misericordia de Dios, porque todos forman parte de un solo cuerpo y un mismo espíritu y, a través del trabajo, que es necesario para cubrir las necesidades que el mismo Dios ha dispuesto para los hombres, los obliga a contribuir en una participación, para que dependan unos de otros, todo en beneficio del mismo cuerpo: el que atiende a un niño, el que cura a un enfermo, el que trabaja produciendo el material necesario para el trabajo de otros, el que cocina, el que lava, el que construye, el que conduce, el que riega las plantas… Todos contribuyen para el beneficio común. Por tanto, es una oportunidad que Dios da de servir, y de esa manera santificarse, porque el misericordioso recibirá misericordia.

Todo está en el plan de Dios. Que nadie se queje de su quehacer. Todo, hasta lo más pequeño, es muy grande y agradable a los ojos de Dios, cuando se hace cara a Dios. A veces la gente no tiene conciencia de esto. Se quejan todo el tiempo. Solo buscan un beneficio para ellos mismos. No viven en la presencia de Dios. Entonces destruyen para sí mismos los beneficios que para ellos tenía planeado el mismo Dios que los ve, que los mira, que los llama.

Si tomaran conciencia ustedes, mis hijos, del trabajo bien ofrecido y de su eficacia, y de que el trabajo no es solo hacer lo que los cansa, sino glorificar a Dios en cada pequeño momento, en cada pequeña obra, en cada pequeña acción, recibirían, por consecuencia, la misericordia que tanto necesitan, que no saben pedir y no saben recibir. Yo los acompaño, con la esperanza de que después de la siembra Dios hará llover».