03/02/2025

MCM Mc 4, 35-41

CONFIAR EN JESÚS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 24)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 4, 35-41

¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

 

«Hijos míos: ¿Por qué tienen miedo? ¿Qué no estoy yo aquí que soy su Madre?

Jesús descansa en mis brazos mientras disipa las tormentas de sus corazones, mientras les abre los oídos para que escuchen su voz, mientras enmudece el mar y se calma el viento, mientras cesa la tempestad que acalla sus lamentos.

Él es la luz aun en medio de la oscuridad, la calma en medio de la tormenta, la claridad en las tinieblas, la paz en medio de la guerra, el valor en medio de su cobardía, la fe en medio de sus dudas, la presencia divina, la perfecta compañía en medio de su soledad.

Él es la fidelidad y la amistad, que permanece cuando la infidelidad de ustedes lo abandona.

Él es la Palabra, el aliento, la esperanza en medio de sus angustias, de su desesperanza y de sus lamentos.

Él es el camino.

Él es el Hijo único de Dios. El que cree en Él vive para siempre. Esa es la verdad. ¿Quién temería, dudaría, se acobardaría o se asustaría, si creyera firmemente esta verdad?

Viviría en la alegría, cambiaría su duda en confianza, su temor en esperanza y su tormenta en paz.

Y si un día la duda los asalta, el miedo los domina, la angustia los perturba, pidan la fe y conserven esa fe, alimentándola de buenas obras en la caridad, obrando con misericordia, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ustedes mismos.

Ante la tempestad conserven la calma, y vivan en la alegría de su Señor, en la fe, en la esperanza y en el amor. Entonces vivirán en la verdad y esa será su paz.

Hijitos: pidan el santo temor de Dios, para que no tengan miedo. Antes bien, que tengan tanto amor, que teman con toda su alma ofender a mi Hijo y perder su amistad; que con ese santo temor deseen agradar en todo a Dios, y abandonarse en sus manos, para amarlo, alabarlo y adorarlo, para que abra sus corazones a fin de recibir el amor y la misericordia de Dios, reconociendo con humildad su pequeñez ante la grandeza de Dios; reconociendo su miseria y necesidad, ante la omnipotencia y la bondad del que es Dios y es Padre, y es Hijo, y es Espíritu Santo.

Nunca se cansen de orar. Escuchen su Palabra, para que lo conozcan, para que confirmen su fe, para que confíen en Él y no tengan miedo.

En medio de la tempestad, en la que las olas cubren la barca, confíen en Jesús y permanezcan en Él, porque Él ha vencido al mundo».