LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 32)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 6, 14-29
Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista.
«Hijos míos: dichosos los invitados, los que son llamados a nacer a la vida nueva. Dichosos los que son bautizados, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos los que se mantienen en la verdad y los que renuncian al pecado. Dichosos los que se acercan a mí, porque yo no les daré la cabeza de Juan, les daré a mi Hijo, y Él les dará la vida eterna.
Acompáñenme y contemplen conmigo el rostro humano y divino de mi Hijo crucificado. Contemplen la humillación de Dios abajado al hombre, haciéndose último, el más pequeño. Contemplen cómo acepta hacerse ofrenda en manos de sus sacerdotes, a través del sacrificio del trabajo de los hombres, oblación de las uvas trituradas por los pies de los hombres, para que el mosto sea reposado y afectado por microorganismos tan pequeños como levadura, pero que lo transforman en las delicias del vino; y el grano de trigo sembrado en la tierra que muere para dar fruto y es triturado por las manos de los hombres, para ser transformado por el fuego en pan, transustanciándolo para ser manjar exquisito, que es su cuerpo y su sangre, y es alimento de vida eterna, es Eucaristía.
Dios Padre mostró a su Hijo al mundo enviando a su Espíritu Santo. Yo lo envié al mundo para que fuera escuchado, pidiendo a los sirvientes que hagan lo que Él les diga, mostrando, por la conversión del agua en vino, el poder del Hijo en el que Dios pone sus complacencias, y para dejar claro que para saber lo que tienen que hacer, primero deben escucharlo.
Él es la verdad. Escúchenlo para que lo conozcan y consigan la libertad a través del conocimiento de la verdad, porque la verdad los hará libres.
Jesús es su Maestro, y les enseña a través de la palabra, pero también con su ejemplo, a permanecer firmes ante la tribulación y el sufrimiento, pero les dice: “yo te ayudo”, y les da la fuerza y les da el valor, y les da la gracia, pero sobre todo les da el amor para perseverar y ganar todas las batallas. Él les enseña que su palabra es la verdad; y permanecer en ella les da la libertad, para actuar de acuerdo a su divina voluntad, alcanzando la plenitud en esta vida, y la vida eterna. Él les enseña que nada es lo que parece, y les pone como modelo a Juan el Bautista, que fue privado de su libertad por predicar la verdad, para encontrar la verdadera libertad en el martirio, que le alcanzó la santidad».