04/02/2025

MCM Mc 7, 1-13

TENER BUENAS INTENCIONES

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 38)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 7, 1-13

Ustedes anulan la Palabra de Dios con las tradiciones de los hombres.

 

«Hijos míos: Yo quiero conseguir, por la gracia de Dios, la pureza de sus corazones, para que no puedan ser contaminados. Y preservarlos en esa pureza, para que sean santificados. 

Un corazón puro es un corazón con pureza de intención, que ama, que ora, que adora a Dios con su vida, a través de sus obras, transformando todo en oración. Y la oración en una constante adoración a la Sagrada Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que salva, que purifica, que une y santifica.

Lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al hombre. 

Sean conscientes de cuál es su intención cuando hablan, cuando enseñan, cuando corrigen, cuando se expresan ante los demás. Tengan cuidado, porque su boca expone la pureza de su alma y la dignidad de su vocación cristiana. 

Rectifiquen sus intenciones para que su corazón no esté lejos de Dios, y permanezcan con Cristo en un solo espíritu, un solo corazón, en unidad, para ser por Él, con Él y en Él uno, como su Padre y Él son uno.

La pureza de corazón requiere la congruencia de los actos y de las obras con las palabras que salen de la boca. Cumplan los mandamientos del Señor, escuchando su Palabra y poniéndola en obras que expresen su voluntad, para hacer la voluntad de Dios. Purifiquen las intenciones de sus corazones purificando sus pensamientos vanos e impertinentes.

Ustedes son cristianos para ser como Cristo, para vivir como Cristo, para obrar como Cristo, aprendiendo de Cristo que pasa y que transforma el mundo salvando almas.

Corrijan todo lo que aleja su corazón de Dios y eviten la comodidad de seguir las tradiciones de los hombres antes que la ley de Dios.

Revisen lo que sale de su boca y mediten en qué es lo que hay en su corazón, y no esperen a que les digan “hipócritas”.

Hagan lo que deben, cuiden lo que hacen, expresen su amor y su fe en palabras y en obras, enseñando y cumpliendo los mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ustedes mismos. Que sea esa la intención de su corazón».